Leningrado o el ardor

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

La Orquesta Sinfónica de Galicia, en una imagen de archivo
La Orquesta Sinfónica de Galicia, en una imagen de archivo EDUARDO PEREZ

19 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado viernes presencié uno de los acontecimientos musicales más emocionantes del año en mi ciudad, que probablemente sea la de una gran parte de los lectores de estas líneas: el concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia interpretando la sinfonía número 7, Leningrado, de Shostakóvich. Es una sinfonía larga, triste, emocionante y apoteósica sobre la resistencia de su ciudad natal, que entonces todavía se llamaba San Petersburgo, ante las tropas alemanas que la asediaban en la Segunda Guerra Mundial. Asedio en el que, por cierto, participaba la División Azul española.

Pues bien, allí, en el escenario, había un ostentoso despliegue de artillería musical —vientos a todo trapo, centenares de cuerdas y cabos, percusiones de tamaños inverosímiles— para elevar las lágrimas a los ojos perplejos de los asistentes y ponerles la carne de gallina. Los bolcheviques, además de beber vodka, mandar perritas a la Luna y exterminar a sus compatriotas, dieron grandes obras a la literatura y la música, la mayoría de las veces, eso sí, culminadas en el extranjero, que en Rusia se llamaba América. Hacia allí se fueron, por ejemplo, Stravinski, Rachmaninoff, Nabókov. Rusia no ha dejado de estar en el ojo del huracán cultural desde hace más de dos siglos, tras el nacimiento de Dostoyevski hasta nuestros días. Días de en que la epopeya apocalíptica ha bajado el tono al de la anécdota de un policía ruso venido a más y que nació también en Leningrado. Que ahora se vuelve a llamar San Petersburgo.