
La inteligencia artificial pretende ganarle la partida al amo absoluto, que fue como Hegel definió a la muerte. Actualmente, existen ya programas de IA que permiten mantener conversaciones virtuales con los seres queridos fallecidos. Según los diseñadores y comercializadores de estas herramientas de procesamiento del lenguaje, se pueden mantener conversaciones virtuales personalizadas significativas con nuestros muertos.
Los usuarios de estas herramientas de IA, según afirman sus promotores, pueden hacer preguntas y obtener respuestas relevantes y coherentes de sus seres queridos fallecidos. Estas respuestas estarían adaptadas a la personalidad del muerto. En base a algoritmos sofisticados, y nutriéndose de la información disponible sobre la persona fallecida, el muerto hablará como solía hablar y se generará una ilusión de interacción y comunicación, Una conexión con «el espíritu del fallecido». sin necesidad de vidente.
Lo siniestro se caracteriza porque se haga presente algo que no debería estar ahí. Si los fantasmas representan una figura típica de la presencia de lo siniestro, es porque los muertos están de más en el mundo de los vivos. Pero ahora vemos como los aparatos de desrealizar la vida (que pasa a las pantallas), pretenden también desrealizar la muerte.
La ilusión de seguir relacionándose con la persona perdida, que se vende como un modo de hacer soportable el duelo, puede ser en realidad un obstáculo para elaborar el duelo. El duelo pasa por la prueba de realidad que implica la aceptación de la pérdida. La pretensión de hacer inmortal a la persona perdida, o de poder resucitarla, pretende eliminar la discontinuidad que la muerte de un ser querido introduce en nuestras vidas. Es otra forma de soñar con que nada es imposible.
Al parecer estas herramientas son cada vez más sofisticadas. Tanto en la recreación de la apariencia del muerto, como en la imitación de su estilo de relación y de comunicación. Pero, además, el avatar virtual de la persona fallecida continuará aprendiendo para así seguir participando de los acontecimientos futuros de la vida de sus familiares y amigos.
El usuario de esta herramienta puede sostener una ilusión de comunicación con el fallecido, puede hablarle al programa, incluso puede que el efecto de sugestión le permita amarlo de algún modo, pero el avatar responderá desde un algoritmo desprovisto de las pasiones del ser, y de la demanda y el deseo. Solo por el hecho de que pueda ser conectado y desconectado a voluntad, está desprovisto de toda humanidad.
El intento de borrar el límite que representa la muerte no es una prueba de amor. Solo se puede amar desde la falta. Aceptar la pérdida de un ser querido pasa por una renuncia, pasa por admitir que nos falta. Ese es el auténtico acto de amor.