La semana pasada ha sido una de esas en las que no es que uno se desilusione, es que se queda estupefacto (Ábalos, dixit); claro que, con el año que llevamos, creo que ya nos está saliendo un callo emocional ante la zafiedad que gobierna el país. Nada nuevo, estas cosas han pasado siempre gobierne quien gobierne, pero en tanta cantidad y tan seguidas, yo no lo recuerdo.
De todas las noticias me quedo con la del inefable Miguel Ángel Gallardo, a la sazón, presidente de la Diputación de Badajoz, que, al sentirse amenazado en el proceso del hermano del presidente Sanchez, se llevó a cuatro por delante hasta conseguir aforarse como diputado autonómico y eludir el marrón.
Lo mismo que hizo el Duque de Lerma, valido del rey Felipe III y gran político de raza como mejor promotor inmobiliario, que se vistió cardenal para no morir ahorcado (siglo XVII).
Luego está el asunto de una señora que parece ser que es fontanera del PSOE y que tiene unas formas y unas maneras semejantes al señor Koldo, que me deja pensando ¿cómo hemos caído tan bajo? Dando por hecho de que me van a engañar, exijo un mínimo de finezza. Pero lo más divertido de todo fue una entrevista que le hicieron en El Intermedio al ministro plenipotenciario señor Bolaños.
El psicodrama hace más de un siglo que explicó muy bien cómo el títere no es la mano que lo sujeta. Y que todos acabamos jugando un rol con el que nos sentimos más protegidos y nos defendemos mejor, pero que en contextos más apacibles, elegimos otros más parecidos a lo que somos en realidad.
Al impertérrito señor Bolaños, muy metido en su papel, le preguntó la periodista: «¿Y si hubiera una catástrofe nuclear y tuviera que escoger la compañía de una de estas tres mujeres a quien elegiría: Margarita Robles, Cuca Gamarra o Cayetana?» A lo que el títere de político experimentado de don Felix responde: «Sin duda a Margarita, porque es una mujer con los medios más adecuados para sobrevivir a una de esas catástrofes».
La periodista replica: «Pero tiene que tener en cuenta que no solo es sobrevivir, también hay que repoblar la tierra». La pregunta no estaba registrada en el software del personaje político y tras titubear unos segundos, sacó el rol de la persona normal que es y contesta: «Bueno, en ese caso, si se trata de eso, creo que Cayetana y yo podríamos entendernos muy bien». Touché. Ese es mi Bolaños.
Menos mal que el verano nos ha regalado sus primeras caricias que valen más que mil sesiones de control al Gobierno.
«Cosas veredes, Sancho, que te harán estremecer…»