Se han publicado muchos reportajes y libros que intentan mostrar el repunte de lo católico o su hegemonía en países hasta ahora protestantes como Gran Bretaña o Estados Unidos. También pude leer textos en medios izquierdistas que alertaban sobre el peligroso atractivo de lo católico. Y las quejas de la blogosfera protestantes por la amplísima cobertura que mereció la muerte de un papa y la elección de otro y, sobre todo, por la asistencia de casi cinco mil periodistas a una audiencia con León XIV, en la que le aplaudieron con entusiasmo. Esa actitud indicaba, según el autor, una clara falta de neutralidad informativa por parte de los profesionales. Los ejemplos se multiplican. Esta semana The Free Press, un jovencísimo pero ya muy influyente digital estadounidense dirigido por una judía lesbiana, se preguntaba en titulares qué había pasado para que lo católico se haya convertido en algo cool, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo, porque este domingo de Pascua se multiplicó por encima del 30 por ciento el número de los conversos adultos, mayoritariamente varones y de la generación Z.
La autora aduce razones diversas que convergen en unas cuantas notas comunes: un anhelo de trascendencia, belleza, orden y sentido en un mundo percibido como caótico y superficial. Dice que muchos conversos se sienten atraídos por la tradición, la liturgia, la música sacra y la estética católica, elementos que despiertan el sentido del misterio y de lo sagrado.
Las imágenes periodísticas del mes pasado se recrearon en el mar ondulante de las casullas rojas, en la riqueza de la simbología o en la solemnidad simplicísima del canto gregoriano y del silencio. Hay salvación en la belleza.