
Lo que está sucediendo ahora en la Franja de Gaza es la continuación de un conflicto armado que comenzó el 7 de octubre del 2023 y que ha ido degenerando en una demoledora guerra de exterminio por parte de Israel, privando a la población gazatí de lo indispensable para sobrevivir y con la Franja convertida en una escombrera, sin hospitales ni escuelas ni campos de refugiados.
Israel ha intensificado los bombardeos en las últimas semanas en la Franja de Gaza, donde se dice que ha abatido a más de 54.000 palestinos, causando más de 123.000 heridos desde que empezó la confrontación, y con la mayor parte de los edificios dañados o destruidos.
De hecho, Gaza es actualmente un sinónimo de muerte, terror, desesperanza y destrucción, con miles de seres humanos encaminados hacia la muerte porque el Gobierno de Israel impide la distribución de alimentos. Una barbarie que ya fue definida en las convenciones de Ginebra de 1949 como consecuencia de los execrables métodos de la Segunda Guerra Mundial. Un texto en el que se decía que «está prohibido utilizar el hambre como método de guerra contra la población civil». Pero no parece que Israel esté funcionando ahora dentro de estas coordenadas.
Por el contrario, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha advertido que la invasión de la Franja no cesará hasta que se cumpla el plan «sugerido» por el presidente estadounidense Donald Trump y consistente en la «expulsión total de Hamás» y con Estados Unidos impulsando, sin esconderse, una especie de «Riviera» turística.
Pero la realidad es que la Franja de Gaza ya no existe tal y como era, porque está siendo exterminada.
De hecho, actualmente la zona es ya un montón de escombros, con el 80 % de los edificios destruidos; es decir, se ha convertido en un territorio que en la actualidad es sinónimo de muerte, terror, desesperanza y destrucción. Sin que se perciba una esperanza redentora en el horizonte.