Los que se murieron en los baños

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Mariscal | EFE

11 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuarenta años después, de la Movida de los ochenta, queda Alaska haciendo de Alaska en la Cope y una pequeña selección de canciones que se repite en todos los chiringuitos playeros y que siempre, en algún momento de la sesión, incluirá La chica de ayer, da igual cuándo o desde dónde se lea esto. Pobre Antonio Vega. Hubo muchas otras cosas y muchas otras canciones, pero por algún motivo el tiempo ha destilado el asunto hasta quedarse con un retrato remilgado que no se ajusta a la época y en el que hay un exceso evidente de brillantina y autocomplacencia generacional. Experimento: le pregunto a una mujer que hoy tiene 23 años a qué le suena lo de la Movida y la respuesta por whats dice: «El despertar del fiestote después de Franco; las locas libres». La reacción indica que el mensaje ha entrado como se quería en el torrente de la historia de esos años y que apenas queda memoria de lo que también sucedía en los baños de los pubs, en los pisos de estudiantes y en la calle. Hay quien estima en ochocientos la media de chavales que palmaban cada año de sobredosis de heroína entre mediados de los ochenta y principios de los noventa, una hemorragia bestial que tuvo un epílogo espeluznante cuando el sida remató a los que habían sobrevivido a la adicción. Todo el mundo con más de 50 años tiene algún muerto cercano y el rastro de víctimas es todavía perceptible. Pero apenas se ha hablado de este asunto y de sus consecuencias. Por eso es tan interesante lo que está haciendo la cineasta Carla Simón, hija de dos muertos por el sida, y responsable de una trilogía que retrata su peripecia y la de toda una generación. Aquí lo hizo antes la viguesa Xulia Alonso y su Futuro Imperfecto, traducido hace poco al español. Detrás de las puertas de los baños no solo había pintadas con las letras de Lou Reed.