Proponemos agendas apretadas a los recién nacidos, pero... ¿las necesitan?

josé luis fernández trisac PEDIATRA. NEONATÓLOGO DEL CHUAC

OPINIÓN

Un recién nacido en el Hospital de O Salnés
Un recién nacido en el Hospital de O Salnés MONICA IRAGO

15 jun 2025 . Actualizado a las 13:23 h.

En los últimos años ha cobrado fuerza un enfoque, al menos en teoría, más respetuoso hacia la crianza, especialmente en los primeros momentos de vida. Se habla —con razón— de parto humanizado, contacto piel con piel, apego seguro y respeto por los ritmos del recién nacido. Son prácticas oportunas y beneficiosas que he abordado en múltiples ocasiones y que, sin duda, marcan un avance significativo en nuestra forma de recibir a los nuevos miembros de la familia. Todo parece orientado a no invadir, a no interferir innecesariamente en esa delicada adaptación que supone el nacer. Sin embargo, algo no encaja.

Sin ánimo de provocar —pero sí de invitar a la reflexión— observo cada vez con más frecuencia una paradoja difícil de ignorar: muchos de los progenitores que defienden con convicción una crianza consciente y empática llenan la agenda del recién nacido con múltiples visitas en sus primeros días de vida. Citas médicas en consultas públicas y privadas, valoraciones de especialistas, sesiones de estimulación, terapeutas, asesorías... incluso citas superpuestas en el mismo día y con distintos profesionales sobre un mismo tema. Me cuesta no ver en ello una contradicción entre el deseo de ser respetuosos y el nivel de exposición al que, sin quererlo, se somete al bebé. Por supuesto, esto no excluye la necesidad de que todo recién nacido sea valorado en los primeros días por un profesional sanitario competente, como parte esencial de una atención responsable y segura. Pero mientras se proclama el respeto al ritmo natural del recién nacido y se reivindica la observación como herramienta de vínculo y apego, se impone una lógica de hiperintervención que deja poco espacio para el silencio, la calma, la espera... o la confianza en que, muchas veces, lo más sano es simplemente acompañar y dejar estar.

En la sociedad actual, la inmediatez se ha convertido en una exigencia omnipresente. Las redes sociales y los servicios de mensajería han transformado nuestra percepción del tiempo, generando expectativas de inmediatez que, si no se cumplen en segundos, producen frustración. Así, hoy más que nunca, una mínima incertidumbre se vuelve insoportable. Criar sin respuestas inmediatas, sin guías definitivas ni garantías absolutas, genera ansiedad. En un entorno saturado de información, de exigencias idealizadas y de modelos de perfección que se replican en redes sociales, la inseguridad empuja a actuar, a prevenir, a anticiparse. Padres y madres hacen listas para los abuelos —los mismos que los criaron a ellos— con instrucciones sobre lo que pueden o no pueden hacer con sus nietos. Esto refleja una tendencia hacia el control excesivo de la crianza, que puede desvalorizar la experiencia y el saber acumulado de generaciones anteriores.

Este enfoque rígido, llevado al extremo, más que proteger, puede limitar la riqueza que surge del vínculo intergeneracional. Lo que antes se resolvía con mirada, contacto y tiempo, hoy parece requerir una cita con un especialista... y que, además, esta sirva para confirmar lo que previamente hemos deducido en redes sociales o en lecturas superficiales, de calidad o procedencia no siempre verificadas. Y en el fondo, todo esto nace del deseo de cuidar. Pero hay una línea muy fina entre cuidar y controlar, entre acompañar y sobresaturar.

El recién nacido necesita brazos, calma, tiempo y, sobre todo, presencia. Respetar sus ritmos también implica respetar su descanso, su alimentación (con lactancia materna siempre que sea posible) sin horarios rígidos, su necesidad de contacto tranquilo, no evaluado ni interrumpido. Quizá ha llegado el momento de revisar con honestidad qué entendemos por crianza respetuosa. Tal vez no se trate tanto de cuántas acciones hacemos por ellos, sino de cuánta confianza les damos para desplegarse a su propio modo, en su propio tiempo. Respondiendo a la pregunta que encabeza el artículo, creo que los recién nacidos no necesitan esas apretadas agendas que les imponen sus progenitores; en mi opinión, menos es más, y este artículo no es más que una invitación a la reflexión.