
La Consellería de Educación presentó recientemente ante la Xunta Autonómica de Directores sus instrucciones para el curso próximo. Me parecen óptimas. No todo el mundo coincide con mi criterio, por fortuna. En la variedad debe residir el vigor de nuestro presente. Nunca sucede. Algunos no mueven un ápice sus posiciones, que yo resumo con breve epítome: contra el PP, siempre. No iba a ser menos el asunto que nos ocupa. La consellería habla de «defensa de los valores constitucionales, la neutralidad ideológica, el pluralismo social, el pensamiento crítico y el respeto a las libertades individuales», y los del otro lado gritan que se amordaza la libertad. En resumen: dicen lo contrario de lo que afirma la consellería. Es algo habitual. Y a mí, como Emma Bovary, me dan ganas de escribirles: «Cuánto me aburro, cuánto me aburro». Pero no lo haré.
Ni siquiera me voy a esforzar por argumentar que es el pensamiento crítico el que debemos fomentar en los centros educativos. Que los estudiantes deben conocer, comprender y por sí mismos discernir. Que no es lo mismo respetar a todos que solo respetar a una parte (siempre y cuando unos y otros obren en los márgenes de la tolerancia y el sentido común). Que hace años que observo una deriva «adoctrinadora» en algunos centros educativos, hasta tal punto que, como ha dicho el presidente, se levanta un muro entre los que están del lado correcto de la historia (Sánchez dixit) y el resto. Que me harta que los discentes lean novelas de índole guerracivilista donde los buenos son los republicanos (¿no habría ni uno malo?) y los malos los nacionales (¿no habría ni uno bueno?). Que me abruma que gente cultivada, entre los que se encuentran algunos docentes, utilice el lenguaje con perspectiva de género a sabiendas de que es gramaticalmente incorrecto; ¿sabrán que en Francia el ministro de Educación firmó una circular que prohíbe en clase ese tipo de lenguaje? ¿Imaginan qué pasaría en Galicia si nuestro conselleiro hiciese lo propio? Volveríamos a escuchar la balada de las mordazas, que más que balada es un estruendo carente de certeza. Porque lo lógico es que la neutralidad, aunque le suene raro a la izquierda, es el objetivo de toda buena enseñanza. Y es la neutralidad el centro porque, reitero, los estudiantes deben conocer, comprender y elegir por sí mismos. Y eso es ser neutral, no cualquier otro significado peyorativo.
Por lo demás, la Consellería de Educación pretende reforzar la autoridad del profesorado. ¿Cuál es el problema? Se debe fomentar el respeto, la disciplina y la jerarquía. Porque un profesor es un profesor; un alumno, un alumno. Para terminar, me gustaría hablarles de las verdaderas mordazas. ¿Saben que en las más altas instituciones culturales gallegas en los últimos años casi solo entran intelectuales adscritos al nacionalismo y a la izquierda? Pero de esas mordazas, y de otras muchas, nada nos cuentan esos que tienen por lema «contra el PP, siempre».