
Con la corrupción, en el PSOE no se andan con chiquitas, y que nos perdone Ábalos por la expresión, no va con segundas. En otras latitudes, en parecidas circunstancias habría dimisiones, adelantos electorales, cuestiones de confianza, lo típico. Pero a Pedro no le tiembla ni el estómago. El crucial anuncio lo hará el enésimo día de autos: «Son las 5 y no he comido». ¿Ni un pincho de tortilla con, perdón, chorizo? Al día siguiente, acaso entre ruidos de tripas, improvisa una carta a la militancia: «No hemos venido a ocupar sillones. Hemos venido a mejorar la vida de la gente». Claro que con la tinta todavía fresca, Pedro y su mirada calculadamente perdida se sienta a hablar con la portavoz de Junts y su mirada calculadamente ofendida. En paralelo, Otegi le exige democracia «de verdad». El presidente y la gente. Quién sabe si a estas horas el hombre sigue sin probar bocado. El régimen de Pedro. O cómo lograr que traje y cargo le queden a uno cada día más grandes.