
«La gente no entiende que la tercera guerra mundial ya empezó». Un colega internacionalista oriental me dijo esto justo un día antes del histórico ataque de Trump contra el programa nuclear iraní. No comparto su opinión por distintas razones, pero sí debemos seguir de cerca la secuencia de acontecimientos que se precipitan en varios continentes desde hace tiempo.
Esta madrugada, Estados Unidos desplegó una de las joyas de su fuerza aérea, el bombardero furtivo B2 Spirit, para destruir el corazón nuclear iraní bajo las montañas en Fordow, Natanz e Isfahan, donde se llevaban a cabo actividades de enriquecimiento de uranio a nivel avanzado (Fordow) e industrial (Natanz), y de producción de centrifugadoras y conversión de uranio (Isfahan). Apoyados por los tomahawks lanzados desde submarinos, el B2 Spirit lanzó las famosas bombas GBU57, con la mayor capacidad de penetración subterránea del mundo. Por tanto, Estados Unidos llevó a cabo una operación militar histórica, desplegando un avión furtivo _único en el mundo_ con bombas _únicas en el mundo_ para atacar instalaciones nucleares iraníes.
Es imposible determinar las consecuencias, por el momento. No tenemos suficiente información para valorar la eficacia del ataque, por lo que no podemos saber hasta qué punto ha sido destruida la capacidad nuclear iraní, pero Trump amenazó nuevos objetivos. Tampoco sabemos cuál será la respuesta de Irán, pero su líder supremo, el ayatolá Jamenei, amenazó con infligir a Estados Unidos «un daño irreparable». No se puede despreciar la capacidad de respuesta iraní, pero todo apunta a que sus debilidades pesarán más que sus fortalezas.
Estados Unidos e Israel han demostrado una capacidad de infiltración militar y de inteligencia en territorio iraní que ha puesto en evidencia la vulnerabilidad del régimen. Tanto es así que el propio Jamenei podría haber nombrado ya sucesores, en caso de que él mismo pudiese caer en alguna operación. Además, sus aliados estatales no parecen querer ni poder apoyar militarmente a Irán, desde China hasta Rusia, pasando por Corea del Norte o Venezuela. Y sus aliados no estatales en la región, como Hamás, Hezbolá, los hutíes o las milicias iraquíes también están en horas bajas y no parece que pudiesen llevar a cabo más que acciones aisladas.
Sin respaldo suficiente dentro ni fuera de la región, la vulnerabilidad y la soledad de los ayatolás podrían ser las grandes claves de la respuesta de un régimen centrado en su supervivencia. ¿Recuerdan las excelentes relaciones que tenían Irán e Israel antes de la llegada de los ayatolás? Netanyahu también…