Irán, se renueva el eje de conflicto

José julio Fernández / Anxo varela ANALISTAS DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE SEGURIDAD

OPINIÓN

ABEDIN TAHERKENAREH | EFE

23 jun 2025 . Actualizado a las 20:56 h.

Desde hace semanas fuentes de inteligencia occidentales venían alertando sobre la inminente capacidad de Irán de construir una bomba atómica, lo que llevó a que se tomara la decisión por parte de Israel de atacar preventivamente. Por supuesto, con la connivencia de Washington, uno de los aliados estratégicos y el principal proveedor de munición y armas de Netanyahu. La alianza —a veces disimulada— se ha traducido en una ofensiva coordinada que ha dejado importantes daños en infraestructuras militares e industriales del país persa. Sin embargo, el punto más álgido se halla en el ataque lanzado este 22 de junio por EE.UU. contra instalaciones estratégicas iraníes, que supone un punto de inflexión en el equilibrio global de seguridad.

 Pero surgen diversas cuestiones. Aunque pueda subyacer la lógica securitaria, desde el punto de vista del derecho internacional no son legítimas las acciones preventivas, que tienen una regulación específica con unas claras limitaciones que requieren de un ataque inminente que no pueda ser repelido de ninguna otra manera y de la intervención de Naciones Unidas. La simple posesión de armas nucleares no puede considerarse en sí mismo como un ataque inminente.

Por otro lado, más allá de pretender destruir la capacidad militar o limitar el programa nuclear de Teherán, con estas acciones se persiguen cambios geopolíticos que terminen con el régimen del líder supremo Alí Jamenei. Aunque el cambio de régimen podría ser el fin último, no parece demasiado probable partiendo de que, pese a que la República Islámica es más frágil hoy que en 1979, no hay una alternativa y siguen existiendo tensiones regionales y divisiones internas de relevancia. De hecho, mientras desconocemos cuál será la respuesta de Irán, parece razonable afirmar que grupos separatistas kurdos y baluchis en las zonas fronterizas se preparan para escalar la situación internamente. También Hezbolá —tradicional integrante del eje chií— se está desmarcando de las hostilidades, aunque ello no parece una cuestión sustancial, puesto que no creemos que haya una reconfiguración de la lógica de fuerzas.

En el plano doméstico estadounidense, sorprende el viraje de Donald Trump, lo que es nuevo en términos de acción exterior militar, pues la ofensiva lo alinea con la línea intervencionista de presidentes anteriores y lo aleja de su retórica previa de America first. Quien en su anterior mandato hizo bandera de la contención de conflictos, y preconizó que su legado se caracterizaría por las guerras que había paralizado, y no por los conflictos bélicos iniciados, cambia hoy de opinión. Es sin duda preocupante, ya que no es bueno para nadie que la principal potencia del planeta diseñe sus políticas de una forma cambiante con base en elementos volátiles.

El mundo asiste a la reapertura de un nuevo eje de conflicto militar que se suma a los existentes en Ucrania, Gaza, Yemen, el Sahel o el Indo-Pacífico. Y, mientras, la UE es incapaz de ejercer un papel eficaz por lo que se encamina a convertirse en un enano geopolítico. Así, la lógica de las operaciones militares se impone sobre la diplomacia, desplazando a la comunidad internacional hacia una deriva peligrosamente destructiva, donde la seguridad se interpreta solo en términos bélicos, sin espacio para el derecho ni la paz