El ecosistema de pymes, pilar estratégico para una industria de defensa resiliente y sostenible en España
OPINIÓN

En la era de la disuasión inteligente y eficaz, la soberanía tecnológica es importante y no depende de unos pocos. La industria de defensa nacional ya no puede concebirse como un bastión reservado únicamente a grandes contratistas. El músculo industrial de defensa de un país como España debe descansar sobre una red robusta, diversificada y ágil de pequeñas y medianas empresas (pymes) que alimenten la cadena de valor con innovación, flexibilidad y capacidades críticas y nichos tecnológicos.
1.- Más allá de los gigantes: evitar la concentración industrial. Durante décadas, la arquitectura de la industria de defensa española ha estado dominada por tres o cuatro grandes empresas, que concentran la mayoría de los contratos estratégicos, recursos públicos y proyección internacional. Esta estructura ha resultado efectiva en determinados proyectos de envergadura, pero también ha generado cuellos de botella en innovación, dependencia de unos pocos actores y, sobre todo, una pérdida de oportunidad en cuanto a dinamización territorial e integración tecnológica de nuevas capacidades.
Las pymes especializadas —muchas de ellas spin-offs de centros de I+D, startups o talleres altamente cualificados— pueden aportar desde materiales avanzados y sistemas autónomos hasta software crítico y soluciones cibernéticas. Estas capacidades no solo diversifican el tejido industrial, sino que permiten una mejor adaptación a ciclos tecnológicos cortos y necesidades operativas cambiantes, donde la historia ha demostrado que las manos de un gigante no han sido capaces de agarrar el guisante con dos dedos.
Apostar por una red de pymes no significa dispersar esfuerzos, sino construir una cadena de valor resiliente y distribuida, donde la redundancia no es un problema, sino un seguro estratégico.
Ha llegado el momento de reinventar la defensa nacional desde el ecosistema de las pymes.
Una nación debe tener una base industrial y tecnológica de defensa diversa, ágil y distribuida, y la introducción de «campeón nacional» en el discurso establecido es errónea: el futuro de la defensa nacional no puede construirse con gigantes, cuando el rol adoptado por otros socios y aliados empoderan a las pymes en la arquitectura industrial de defensa.
La seguridad nacional se juega en pequeño, apostando por el talento, la innovación y una soberanía industrial real. Pero los matices que estamos usando en la nueva paleta de colores indican lo contrario.
Es muy importante abordar con mayor profundidad política, estratégica e industrial preguntas y dudas que salen del ecosistema industrial nacional, principalmente formuladas por pequeños y medianos empresarios.
Para muchos, la imagen proyectada la toman como un espejismo de una industria sin pymes, como si la defensa nacional se fabricase desde un consejo de administración.
Sobre la mesa podemos llegar a tener una masa crítica blindada por fuera, pero una vez en movimiento será vulnerable por dentro.
¿Oligopolio o resiliencia? ¿Dependencia y burocracia o innovación estratégica de la base industrial?
Ignorar a las pymes lleva un precio donde España no tendrá músculo industrial, cuando el panorama actual es de dependencia industrial.
La defensa no es un negocio de unos pocos, es la suma de todo el talento que vuelca la colaboración real hacia una soberanía industrial sólida.
2.- La necesidad de un marco normativo específico para la financiación de defensa. Uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentan las pymes, cuando se sumergen en el ámbito de defensa, es el acceso a financiación adaptada a sus particularidades. Actualmente, las iniciativas de defensa se encuentran repartidas entre normativas generales de I+D, líneas de financiación civil con barreras indirectas, y convocatorias puntuales sujetas a interpretaciones diversas entre ministerios, agencias y gobiernos regionales.
La industria de defensa necesita un marco normativo exclusivo, claro y estable, que facilite el acceso a financiación específica para el desarrollo, especialmente el conocido como dual, la compra pública innovadora y los programas de escalado tecnológico. No se trata solo de volumen de fondos, sino de cómo se canalizan, con qué criterios de madurez tecnológica y qué exigencias de retorno se establecen, entre otros factores que deberían estudiarse en profundidad y en exclusiva para defensa.
Este marco debería contemplar también la creación de vehículos y canales de inversión especializados, fondos de capital riesgo con foco en defensa y soberanía tecnológica, y mecanismos de co-inversión público-privada que compartan el riesgo con las pymes tecnológicas e innovadoras.
3.- Colaboración público-privada: más acompañamiento, menos gestión vertical y protagonismo político. Para que este ecosistema funcione, la colaboración público-privada no puede limitarse a mesas sectoriales o foros declarativos. Es imprescindible una nueva gobernanza del sistema industrial de defensa, donde las administraciones —especialmente las regionales— actúen como facilitadoras y acompañantes, no como gestoras verticales de asociaciones, hub o clústers que muchas veces acaban replicando estructuras burocráticas en lugar de generar valor real, cuando no son frenados por intereses de partidos políticos o incluso particulares.
El sector necesita que las administraciones regionales se conviertan en agentes habilitadores: proporcionando acceso a infraestructuras de testeo, observación y asociación, facilitando la transferencia tecnológica entre universidades y empresas, impulsando proyectos tractores compartidos y eliminando trabas administrativas para la participación de pymes en programas europeos como el EDF (European Defence Fund) o la PESCO.
La innovación no nace de la jerarquía, sino del intercambio horizontal entre actores diversos. Fomentar redes descentralizadas de colaboración entre pymes, centros de investigación, usuarios finales y grandes contratistas es más eficaz que centralizar la estrategia en un único nodo.
Conclusión: construir soberanía desde la base. Reforzar la base industrial de defensa no es solo una cuestión de seguridad nacional, sino de soberanía tecnológica, competitividad económica y cohesión territorial. En un entorno geopolítico inestable, depender de unos pocos grandes actores industriales es una vulnerabilidad estratégica.
España necesita una política industrial de defensa basada en redes ágiles, con una presencia decidida de pymes, un marco normativo financiero claro y exclusivo, y una colaboración público-privada que priorice el acompañamiento frente a la intervención.
El reto no es ideológico, es técnico y estructural. La innovación en defensa no se improvisa: se construye con visión, gobernanza inteligente y una apuesta real por el talento distribuido que ya existe en nuestras pequeñas y medianas empresas.