
Harvey Milk fue un político y activista estadounidense que se convirtió en el primer hombre abiertamente homosexual en ser elegido para un cargo público en EE.UU., como miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco, en 1977. En poco tiempo, y con el apoyo del alcalde, el demócrata progresista George Moscone, Milk consiguió que se aprobara una regulación que impedía a las empresas despedir a sus empleados por el hecho de ser gais.
El 27 de noviembre de 1978, Moscone había convocado una rueda de prensa para anunciar quién sería el sustituto de White, un exmiembro de la junta. Este, exmilitar y bombero, se introdujo en el ayuntamiento por una ventana del sótano para burlar los detectores de metal, fue hasta el despacho de Moscone y le disparó cuatro veces. Poco después se encontró con Milk en un pasillo y le disparó cinco veces, dos de ellas en la cabeza.
En agosto del 2009, Barack Obama otorgó póstumamente a Milk la Medalla Presidencial de la Libertad por su contribución al movimiento por los derechos de los homosexuales, afirmando que «combatió la discriminación con valentía y convicción visionarias». El gobernador conservador de California estableció en su memoria el Día de Harvey Milk.
USNS Harvey Milk, un petrolero de la Armada de EE.UU. botado en noviembre del 2021, lleva su nombre. En julio de 2016, el secretario de la Armada había informado al Congreso de su intención de bautizar los petroleros de clase John Lewis del Comando de Transporte Marítimo Militar en honor a destacados líderes de los derechos civiles. El Gobierno de Trump planea ahora renombrar el USNS Harvey Milk con el argumento de «restablecer la cultura guerrera» que priorizan el presidente o el secretario de Defensa, Pete Hegseth, según contaba el medio Military.com.
Tengo la impresión qué Harvey Milk representa mucho mejor la cultura de lucha que el presidente americano o su secretario de Defensa, pero una cosa es no encerrarlos y otra reconocer que son activistas por los derechos civiles poniendo el nombre a un buque. Hasta ahí podíamos llegar.
«El duro trabajo de Harvey Milk y sus logros a favor de todos los habitantes de San Francisco le ganaron un gran respeto y apoyo. Su vida fue una inspiración para todas las personas comprometidas con la igualdad de oportunidades y el fin de la intolerancia». Eso dice la placa que cubre sus cenizas. Por suerte Milk ya tiene un lugar en la historia, Trump lo tendrá en la histeria.