
La infancia debería ser un refugio y no un escaparate, pero las redes sociales están llenas de ejemplos de niños que son usados como contenido para atraer los likes de los seguidores., que es una manera rentable para las y los influencers de promocionarse y ganar dinero. Diariamente vemos a padres y madres que nos cuentan en sus canales los progresos de sus bebés o si les ha venido la regla a sus hijas con una naturalidad que, vista desde el otro lado de la pantalla, da noxo. Pero nadie mete mano en esa sobreexposición que vulnera los derechos de los menores. Ni siquiera en un caso tan abierto y conocido como la hija-nieta de Ana Obregón, de la que hemos sabido, ya no solo a través de las redes, sino de las portadas de revistas del corazón cómo es y cómo sopla las velas de su cumpleaños. Pero también hemos visto vulnerados los derechos de Rocío Flores en el documental de su madre, Rocío Carrasco, que no dudó en arremeter contra su hija y contar públicamente un supuesto caso de maltrato de la niña hacia la madre cuando era menor. Los delitos de los menores no generan antecedentes penales y los jueces se guardan muy mucho de señalarlos con nombres y apellidos. Pero en la tele, en las revistas, y ahora especialmente en las redes, los niños son utilizados como bandera emocional de sus padres. Protegerlos (y callarse) debería ser, sin embargo, su primera preocupación.