Europa no mira a las rederas
OPINIÓN

Recién llegado a Galicia el nuevo comisario de Pesca de la Unión Europea, Costas Kadis, parece que las rederas seguimos siendo el eslabón perdido en toda la cadena productiva. Su objetivo: conocer la realidad de la primera potencia pesquera de la Unión Europea; esto es Galicia. ¡Sin duda alguna!
Está claro que conoce esta condición. Lo que quizás no sepa es que, precisamente en Galicia se encuentra el reducto más numeroso de rederas de toda Europa, con un cuerpo profesional de apenas 400 profesionales, de los cuales más del 90 % somos mujeres.
Tampoco es posible que sepa que, siendo imprescindibles en la cadena de producción del sector de la pesca —sin redes, los barcos no salen a pescar—, aún no formamos parte de la Ley de Pesca, lo que nos cierra las puertas a múltiples ventajas y ayudas que precisamente emanan de dicha circunstancia.
Por supuesto, tampoco sabe que nosotras, como rederas, no podemos acceder a las ayudas europeas y que cuando Europa apoya a los barcos y tripulaciones que paran temporalmente, las rederas nos quedamos en nuestras casas con trabajo cero y, por tanto, ingresos cero. Eso sí, afrontando todos los gastos sociolaborales que exige el sistema laboral actual.
Del mismo modo, el comisario tampoco puede saber cuáles son nuestros problemas y nuestra situación porque no formamos parte de ninguna de las organizaciones pesqueras tradicionales, ni cofradías ni organizaciones de productores, ni nada que se le parezca.
Y tampoco debe conocer el esfuerzo que hemos hecho en los últimos tiempos por visibilizarnos, por hacer patente nuestro trabajo, por defender nuestra pertenencia a este sector a cuyo progreso contribuimos desde el primer nudo de nuestra jornada hasta el último.
Y es que no nos rendimos. Llevamos más de 20 años luchando por nuestra profesión y somos conscientes del exigente trabajo realizado hasta el día de hoy. Primero se nos pidió que nos asociásemos, luego que nos profesionalizásemos, obligándonos a formarnos en una profesión de la que conocíamos todos los secretos, pero de la que nos faltaba su certificación, luego que nos preparásemos para enseñar a las futuras generaciones, más tarde que buscásemos aliados para que se nos reconociese el coeficiente reductor cuando éramos el único colectivo de la pesca que aún no lo teníamos. Transcurrido todo este tiempo, poco ha cambiado. Seguimos luchando por que se conozca nuestra realidad y por que desaparezcan los obstáculos de este tortuoso camino.
Por supuesto que hemos avanzado en muchas cosas. La última, en la unión con nuestras compañeras de Asturias, Cantabria y País Vasco para constituir la Alianza de Rederas del Cantábrico Noroeste y defender, de forma conjunta, la mejora de nuestra situación. Pero parece que Europa también desconoce esta realidad.
Igual que desconoce que nuestra falta de trabajo, derivada en parte de decisiones políticas que parecen dar la espalda a las gentes de la mar, nos ha llevado a cruzar el Estrecho, esta vez en dirección sur, para conocer la realidad pesquera del vecino Marruecos y ver si es posible alguna colaboración que nos permita sobrevivir. Porque de eso se trata, de sobrevivir también a un intrusismo laboral que, estamos seguras, Europa también desconoce.
Del mismo modo, tampoco puede conocer nuestra contribución a la hora de valorar el cambiar o modificar las redes de captura que utilizarán los barcos que operan en el Mediterráneo.
De nuevo, las rederas no estamos ni se nos espera en las reuniones en las que se decide nuestro futuro; de nuevo, vemos cómo seguimos siendo invisibles ante decisiones que se toman en el sector y que nos afectan como profesionales. Según hemos podido saber en los últimos tiempos, Europa tiene intención de hacer más social este sector, pero ¿cómo va a hacerlo si deja de lado a profesionales que viven de él y garantizan su supervivencia? Las gentes de la mar que aparentemente afianzan un sector que cada vez hace más agua.
Estoy segura de que estos días, en los sucesivos encuentros de su agenda apretada, el comisario traerá respuestas a muchas de las preguntas de nuestros compañeros del sector y es posible que vengan acompañadas de un paquete de medidas, pero es verdaderamente triste ver cómo Europa sigue sin conectar realmente con sus conciudadanos. Ya lo dijo en su momento el humanista, escritor y economista José Luis Sampedro: «Europa es como un jefe que nunca se pone al teléfono». ¡Nunca mejor dicho!