
Los parques eólicos son cortafuegos naturales. Así se ha demostrado en muchas ocasiones cuando, por desgracia, el monte ha sufrido incendios forestales. Los recintos de aerogeneradores están siempre limpios, porque ya la ley obliga a que la superficie ocupada esté en buenas condiciones. Es decir, se procede a desbrozar la maleza, no solo en los viales, sino también en los perímetros de los molinos, de las líneas de alta tensión y de las subestaciones eléctricas. Todos los años se hacen campañas de reparación de obra civil y desbroce, trabajos destinados a mantener impecable el lugar. La limpieza de los caminos interiores, así como de los accesos a los parques, permiten además su uso a los medios de emergencia y extinción cuando se produce un incendio. Y no pocas veces estas infraestructuras han impedido la propagación de fuegos incontrolados.
La tecnología y la inteligencia artificial ya posibilitan la instalación de sensores y cámaras en tendidos y subestaciones que ofrecen resultados cada vez más refinados de observación y determinación de fuegos en áreas cada vez más amplias. El reto de la innovación es evitar la acumulación de falsos positivos. Y ya hay experiencias piloto con cámaras en los propios molinos de viento, que disponen de sus propios extintores y mochilas cargadas de agua. Se está avanzando en un sistema de vigilancia continua que fomentará la colaboración público-privada en la protección eficaz de nuestros montes. El cambio climático está provocando fenómenos cada vez más extremos que, en el caso de los incendios forestales, vemos fuegos cada vez más destructivos que se extienden a gran velocidad, son los llamados incendios de sexta generación. Así pues, la prevención y la alerta temprana se hacen imprescindibles, acciones donde los parques eólicos son, y serán aún más, grandes aliados.
Debemos avanzar en el desarrollo y fortalecimiento de las redes de transporte de la electricidad si queremos garantizar un suministro eficiente y sostenible, en consonancia con la transición energética. A veces se producen cuellos de botella y en las zonas rurales, donde está la generación de nuestras energías renovables, la red debe adaptarse a las exigencias actuales. La infraestructura de media y baja tensión es extensa y dispersa, lo que disminuye la calidad del suministro. Y tenemos que avanzar en la digitalización para detectar fallos o ataques al sistema en tiempo real con capacidad inmediata de reacción. No basta con que tengamos viento, agua y tecnología; es necesario invertir en una red robusta, moderna y digital si queremos poseer una estructura estable, segura y capaz de asumir la conexión de los nuevos parques eólicos.