Una persona a la que aprecio —apreciar, qué bonita palabra— y que me aprecia me regaló una cita cuando me convertí en madre Aquellos días recibí, recibimos, muchas cosas Algunas las conservo, de otras me acuerdo y seguro que me he olvidado de muchas aunque entonces las agradeciera Pero esta frase la atesoro desde entonces y la guardo como si fuese una joyita, frágil y delicada Hay quien se la atribuye a Saramago, pero creo que no es suya Le daría un punto a la reflexión estar firmada por un premio nobel, pero tiene peso suficiente para tocarte el corazón aunque sea apócrifa. La he ido compartiendo cada vez que nace un bebé. Y eso que tiene un punto de crueldad porque es duro asumir, recién parida, que ese ser humano salido de tus entrañas no es tuyo Es esta: «Hijo es un ser que nos prestaron para un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje Sí, es eso. Ser padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien puede tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la in- certidumbre de estar actuando correctamente y del miedo de perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? No es nuestro, ¿recuerdan? Fue apenas un préstamo».
Lo que ha pasado estos días (estos años) con los hijos de Juana Rivas y Francesco Acuri —y me refiero a la feria mediática— es la conjugación superlativa de lo que hacen tantas parejas cuando se rompen: utilizar a los niños como si fueran armas, para hacer daño; usarlos para negociar, para sacar partido Supongo que lo hacen porque no conocen la cita de Saramago (o de quien fuera): apenas un préstamo.