Legalizar la droga: puerta al abismo

Manuel López-Rivadulla CATEDRÁTICO DE TOXICOLOGÍA DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

OPINIÓN

María Pedreda

05 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos tiempos ha cobrado fuerza una corriente de opinión que defiende con contundencia la legalización de todas las drogas, incluidas sustancias como la heroína, la cocaína o el fentanilo, con el argumento de que el modelo represivo ha fracasado. Es cierto que la guerra contra las drogas ha demostrado ser ineficaz y que el tráfico genera violencia, corrupción y sufrimiento social. Sin embargo, como profesionales sanitarios debemos rechazar propuestas que, aunque bienintencionadas, resultan poco realistas y peligrosas desde el punto de vista de la salud pública.

La comparación entre drogas legales —alcohol y tabaco— e ilegales es válida: todas ellas causan millones de muertes al año y enormes costes sanitarios. Pero la solución no puede ser añadir más sustancias dañinas al catálogo de legalizadas. Legalizar todas las drogas supondría normalizar su consumo, debilitar los mensajes preventivos y exponer a la población —especialmente jóvenes y personas en situación vulnerable— a sustancias de alto potencial adictivo y destructivo.

La idea de que el Estado produzca y distribuya drogas como la cocaína o la heroína, incluso controlando su pureza y dosificación, no elimina el riesgo sanitario. Estas sustancias no son comparables al cannabis, ni en perfil de toxicidad, ni en capacidad de generar dependencia, ni en impacto psicosocial. Al contrario, se corre el riesgo de agravar problemas de salud mental, sobredosis y exclusión social, todo lo cual repercutiría directamente en un sistema sanitario ya de por sí tensionado.

Sí es necesario un debate abierto y riguroso sobre la regulación del cannabis, como ya ocurre en varios países. Su uso terapéutico está documentado y, bajo una regulación estricta, su legalización podría ofrecer beneficios tanto sociales como sanitarios. Pero dar el mismo trato legal a drogas duras sería, en términos sanitarios, una decisión irresponsable.

Los profesionales de la salud no pueden caer en el reduccionismo de pensar que la legalización por sí sola resolverá los problemas del narcotráfico. Se necesita una política de drogas que ponga en el centro la prevención, la educación, la reducción de daños y el tratamiento de adicciones. Y sí, también una reforma del sistema penal y económico que combata la raíz de la violencia sin sacrificar la salud pública en el proceso.

Legalizar todas las drogas no es la salida. Es, más bien, abrir otra puerta al abismo.