Ecos de soledad

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer I Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Lugo recuperará el kiosko de la Praza Maior
Lugo recuperará el kiosko de la Praza Maior ALBERTO LÓPEZ

10 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos en un mundo en que cada vez estamos más comunicados y más aislados que nunca. Algunos hechos así lo demuestran.

La disminución del número de bares (20 % en tres años) es más que una simple estadística, es un síntoma de un cambio social profundo en países como España, donde el bar ha sido históricamente un pilar fundamental de la vida comunitaria, un punto de encuentro, un espacio de socialización espontánea, un confesionario informal, una oficina sin paredes y el centro neurálgico de la vida de barrio. En ellos se forjaban amistades, se compartían alegrías y penas, se debatían ideas y se tejían las redes invisibles que sustentan una comunidad. Lugares donde la diversidad se encontraba y se toleraba, facilitando la interacción entre diferentes generaciones y estratos sociales.

¿Dónde se encuentran ahora esas conversaciones casuales que antes surgían al pedir un café? ¿Dónde se desahogan las frustraciones del día a día con un vecino o un camarero que te conoce por tu nombre? La respuesta es que estas interacciones se trasladan a esferas virtuales que, si bien ofrecen conectividad, carecen de la riqueza y espontaneidad del contacto cara a cara.

La paulatina desaparición de los quioscos de prensa (44 % en diez años) y la transformación tras el covid de las salas de espera de los centros de salud son dos fenómenos que convergen en la misma merma de relaciones.

Los quioscos de prensa no eran simplemente puntos de venta de periódicos y revistas. Eran pequeños faros de información local y global, así como puntos de encuentro y de conversación.

El quiosquero conocía a sus clientes por su nombre, sabía sus preferencias y a menudo era el confidente de una pequeña charla matutina. Su declive es un reflejo de la digitalización de la información, sí, pero también de la pérdida de esos pequeños rituales de interacción humana que antes daban forma a nuestras mañanas.

Por otro lado, las salas de espera en los centros de salud han mutado. Antes, la gente compartía un tiempo de espera, a veces prolongado, que propiciaba el intercambio de miradas, de comentarios sobre el tiempo, sobre la salud o incluso sobre la vida en general. Hoy la imagen predominante es la de individuos absortos en sus teléfonos móviles, con auriculares que actúan como barreras infranqueables. La mirada ya no se cruza, la conversación no surge. La inmediatez de la información y el entretenimiento digital nos priva de la paciencia y de la curiosidad por el otro que un bar, un quiosco o una sala de espera despertaban. ¡Qué lugares! tan buenos para conversar!, que glosaban los Caligari hace tres décadas.

La extinción de estos espacios es un síntoma, la enfermedad es la incomunicación.