
La alcaldesa de Jumilla, entrevistada sobre la prohibición de algunas fiestas de la comunidad musulmana en espacios municipales, ha declarado que: «Vamos a priorizar nuestras tradiciones y nuestra identidad». Preguntada sobre cuáles eran, respondió que se refería a nuestra identidad y los valores y manifestaciones religiosas de nuestro país, la celebración de Santiago Apóstol, patrón de España, y la celebración de las fiestas patronales.
La iniciativa aprobada por el PP evita hacer referencia expresa a ninguna comunidad religiosa, sería anticonstitucional, pero permite prohibir el Ramadán o la «fiesta del cordero» en espacios públicos, al mismo tiempo que insta al Ayuntamiento a «promover actividades que protejan los valores y manifestaciones religiosas tradicionales en nuestro país», supongo que se refieren a que recojan melones o peras.
Para echar más leña al fuego, un diputado de Vox que no sabe de qué habla, afirmó que no se podían matar corderos en el polideportivo, con la sangre y todo eso. Esto no es así, como en Acción de Gracias no se sacrifican millones de pavos en el pabellón de los Chicago Bulls. Aunque no soy un experto en el tema, la única matanza de animales con público que conozco se da en las plazas de toros.
Decía Vicente Aleixandre en su discurso de recepción del premio Nobel: «Tradición y revolución; he ahí dos palabras idénticas». La tradición, en este sentido, implica una adaptación a los tiempos y una renovación constante a través de las nuevas ideas y experiencias, lo que la convierte en un proceso revolucionario en sí mismo.
Si las tradiciones pueden mutar y en nuestro país solo el 17 % de los ciudadanos son católicos practicantes, tal vez haya que revisar algunas cosas como la ocupación del espacio público por procesiones con palios o militares; no se alteren, es solo un ejemplo. También es una tradición muy nuestra pagar menos a los inmigrantes y no parece razonable.
Según he leído, nuestras tradiciones más importantes son los toros, la paella, el flamenco, la siesta y los reyes magos. Bajando de escala está muy aceptado insultar a los árbitros, quejarse de Hacienda, comer patatas bravas y frenar al ver a la Guardia Civil de Tráfico. No sé qué opinaría don Vicente de la inmutabilidad de estas, pero para mí deberíamos empezar a revisarlas.
Lo que me parece interesante es plantearse qué son para Vox y el PP de Jumilla nuestras tradiciones o cuál es su ámbito territorial: ¿el hemisferio norte, Europa, España, la región de Murcia o Jumilla y alrededores? Por lo demás, les recuerdo a los lectores que en la corporación de Jumilla hay diez concejales del PP y uno de Vox; no lo olviden.
Tirar la cabra desde el campanario, empujar toros al mar, cortar la cabeza a aves, toros embolados, etcétera. Yo lo que tengo claro es que lo que para Vox y demás son las hermosas tradiciones de la nación española para mí no lo son, pero claro: «Tiene Jumilla un vinico, que es una especialidad, el que se bebe dos tragos, derecho no puede andar».