En Gaza solo nos queda la palabra

Juan L. Montero Fenollós PROFESOR EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

OPINIÓN

DAWOUD ABU ALKAS | REUTERS

14 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En Gaza, esa pequeña franja de tierra bañada por el Mediterráneo oriental donde ya no cabe más dolor, solo nos queda la palabra para, por un lado, denunciar el desastre humanitario, y, por otro, intentar alcanzar una solución a tan desgarrador conflicto. Las armas y la violencia han llevado a esta parte de Palestina a una situación inhumana, insostenible, injustificable. Son muchos los que culpan a Hamás del drama que vive la población gazatí desde los terribles atentados del 7 de octubre del 2023. ¿Quién es Hamás? Hamás, movimiento de resistencia islámico, es el principal grupo del islam político en Palestina. Creado al calor de la primera intifada a finales de los años ochenta, se trata de un grupo cuyo ideario se basa en la adaptación de la vida social y política a los retrógrados preceptos religiosos del islam. Durante muchos años, de forma hipócrita, Israel ha tolerado su existencia con el objetivo principal de fomentar la división entre los palestinos (entre Gaza y Cisjordania) y debilitar así a la Autoridad Nacional Palestina.

Lo que hicieron los militantes de Hamás cerca de la frontera con Gaza hace casi dos años es criticable bajo todos los puntos de vista. Pero lo que está haciendo Israel como respuesta a este ataque es desproporcionado, intolerable, imperdonable. Asistimos al exterminio deliberado de una población, menores incluidos. Las imágenes de niños gazatíes afectados por malnutrición e inanición que hemos podido ver estas últimas semanas son demoledoras y, por supuesto, inaceptables. Hay límites que no se pueden sobrepasar. El uso del hambre como arma de guerra es un crimen. ¿Qué más tiene que pasar para que la comunidad internacional reaccione con efectividad ante tal barbarie? No podemos permanecer ni un minuto más callados y mirando para otro lado. Es nuestra obligación como sociedad denunciar lo que está ocurriendo.

Es el momento de parar las armas y de poner en práctica la palabra, el diálogo entre iguales. Vivimos tiempos difíciles, confusos, convulsos, sin referentes, donde el egoísmo, la intolerancia, el racismo y la violencia gratuita florecen a sus anchas cada vez más. Faltan valores universales e irrenunciables. Y, aunque parezca redundante, tenemos que volver a hacer más humana a la humanidad. No se puede vivir entre tanta inhumanidad y necedad. Es imperativo buscar una paz duradera y justa, que exigirá concesiones y generosidad entre interlocutores fiables, palestinos e israelíes. La paz es cosa de valientes. Ni Hamás ni Netanyahu lo son, por distintas razones.

La reconstrucción de Gaza tendrá que empezar por los hospitales, las escuelas y las facultades. Es decir, por todo aquello que nos hace genuinamente humanos y mejores: cuidar a nuestros enfermos y educar a nuestros hijos. Paz, salud y educación.