Un chico del pueblo
Es recurrente en mi familia la anécdota de cuando mi abuelo, ya septuagenario, saludó afectuosamente a un conocido de su quinta por la calle. Intrigados, sus hijos le preguntaron quién era aquel señor, a lo que respondió: «Un chico del pueblo». La anécdota es recurrente porque de chico, a esa edad, a sus hijos les pareció que tenía bien poco. Hacía ya muchos años que no vivía en el pueblo, lo había dejado muy joven y solo iba de vez en cuando, en contadas ocasiones. Conservaba, desde luego, algunos amigos de familia, que siguen siendo, a día de hoy, grandes clásicos. ¿Clásicos de qué? Del saber estar, del cariño, del ser de ley y del comportarse como hay que comportarse en la vida y estar cuando hay que estar. Viven, estos clásicos, no muy lejos del incendio, a unos kilómetros tienen la antigua casona.
¿Qué es ser «un chico del pueblo»? Hay una unión, unos valores, cada vez más ausentes en la sociedad; hay un ser de aquí y no querer irse. Esta unión y estos valores son los que nos han salvado estos días en una escena no lejana a lo que ya sucedió en octubre. Esta semana, mientras los políticos se ponen medallas por pedir ayuda a la Unión Europea al quinto día y la ministra responde combativa y satisfecha que todos los medios que poseemos ya están siendo utilizados casi al noventa por ciento, León entierra a dos chicos del pueblo, de los que ya no quedan. Inés Suárez-Lledó. Gijón.
Nunca máis o de novo así
En estos días me acompaña una mezcla de tristeza, impotencia y agradecimiento ante la tragedia que vivimos. Tristeza por lo que se quema, lo material y los recuerdos, al menos salvando vidas. Impotencia por no poder hacer gran cosa, al menos ahora, salvo que habiliten un medio por el que como ciudadano pueda apoyar y mostrar mi solidaridad aportando, por poco que sea, para la reconstrucción y la reforestación. Pero, sobre todo, agradecimiento para todos los profesionales que con esfuerzo, sudor y riesgo asumen las labores de extinción. Profesionales que no están bien pagados y cuyas condiciones laborales, suministro de EPIS y aprovisionamientos no están siempre garantizados. No vale que un presidente autonómico (Mañueco) manifieste que las retribuciones salariales, como el resto de condiciones laborales, dependen de las empresas y organizaciones sindicales que contratan a los trabajadores. No, no es así, es inexcusable y responsabilidad de la administración pública que otorga una subcontrata el tutelar la dignidad en el desarrollo del trabajo, las retribuciones y medios con los que cuentan nuestros héroes. Señor Rueda, ¿ejerce esa tutela responsable Galicia hacia las empresas y controla que no se den situaciones que rozan la precariedad laboral? ¿Se invierte en la prevención, sobre la que existe consenso de que es la vía para que estos riesgos se reduzcan? ¿Cumple la Administración sus obligaciones preventivas cuando sanciona al sector privado por incumplir lo que ella misma no cumple en la limpieza y conservación de zonas del medio rural? En estas situaciones de catástrofe, por desgracia, el autobombo y autocomplacencia de espejismos de éxitos de años anteriores en los que no hubo incendios no vale, por mucho que nos escudemos en la climatología. No nos vale, así no.
No querría añadir otro sentimiento a los tres que mencioné antes, no querría añadir la indignación ante una inacción futura. Esto no va de siglas, no va de colores, esto va de País, Estado y, sobre todo, ciudadanos. Arde nuestro país y con ello una parte de nosotros. Jesús Sánchez.
Catamarán en Belesar
El domingo 10 de agosto, en el embarcadero de Belesar, vimos llegar el catamarán, iba a tope y el pasaje bajaba muy agobiado y enfadado. Nos dijeron que había sido horroroso, porque hacía mucho calor e iban hacinados como ganado. ¿Así es cómo esperan que la Ribeira Sacra sea declarada Patrimonio de la Humanidad? Tomás Jorge Pérez.