En nombre de la desolación

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Santi M. Amil

25 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El monte es nuestro fracaso. Fracasamos como sociedad y como civilización. Por eso, cuando me hablan del interés por la España vaciada o el medio rural, siento el hálito de ese fracaso como si fuese un punzón en las entrañas: una mentira más. Basta un detalle para conocer el alcance de este embuste: hace pocas semanas se arrebataron servicios del tren rápido en A Gudiña, la estación de entrada en Galicia, y en Sanabria. A Gudiña recoge a docenas de miles de personas, un amplísimo perímetro, que viajan a Madrid. Hubo manifestaciones. Y todo sigue igual. Y sigue igual porque a los que gobiernan, y al ministro de Transportes como estandarte, el rural y la mentada España vaciada les importa un comino. ¿Saben dónde más ha ardido? Donde más deshabitado está. Zamora, León y Ourense han perdido la cuarta parte de su población en las últimas décadas. Y lo mejor que se les ha ocurrido para que sigan perdiendo población es eliminar paradas del tren rápido, aunque el servicio, como se ha demostrado, sea rentable para los ferrocarriles. Este ejemplo, a título didáctico, es el espejo de la relevancia que tenemos en la Moncloa: ninguna. Hasta tal punto llega esa desidia que el presidente del Gobierno, de vacaciones desde el 2 de agosto, ha venido el día 17 a visitarnos. En el valle de Monterrei, donde vivo, el fuego ya se había comido decenas de miles de hectáreas. En Zamora y León, siete días antes y en veinticuatro horas, se quemaron más de 46.000. Sin embargo, el presidente no juzgó preciso ponerse al frente. Lo mismo hizo con la pandemia, con la dana, el apagón... Él nunca se ha responsabilizado de nada. Solamente de haber colocado a Ábalos y Cerdán como hombres de confianza. Uno está en la cárcel y el otro, parece ser, espera la misma suerte.

No quiero detenerme en esto. Prefiero escribir de la angustia. En ella habitamos desde hace dos semanas. Mucha gente lo ha perdido todo. Y buena parte del sur de Ourense es un simulacro apaisado del infierno. ¿Qué ha fallado? La respuesta es amplia. El caos ha sido tanto que el desconsuelo se ha apoderado de nosotros. Ahora escuchamos posibles soluciones. Algunas las veíamos incluso los más profanos en materia incendiaria: el monte y varias áreas de residencia rural estaban rodeadas de combustible. Con las restricciones ultraecologistas (no puedes ni llevarte una piña a casa), es imposible una política forestal eficaz. Ganaderos y agricultores padecen trabas burocráticas de todo tipo. Las leyes medioambientales han lapidado el pastoreo, la ganadería extensiva, las granjas. La agenda 2030 no es un aliado, sino un enemigo. Y viene el presidente para hablar de un pacto de Estado contra la crisis climática. ¿De verdad cree que la culpa es solo del clima? ¿Va a eliminar las centrales térmicas de China, India, Estados Unidos...? Parece una tomadura de pelo. La culpa es del abandono, de la desidia e inoperancia. Solo queda la desolación. Y en su nombre he escrito este artículo.