
Los incendios forestales han sido el tema omnipresente este verano. Y casi siempre con dos términos, meteorología y pirómano, cuyo empleo ha sido en ocasiones discutible. La meteorología se ha llevado muchas veces la culpa de que no se pudiesen atajar antes los fuegos. Jugaba en contra de los servicios de extinción. «La meteorología dificulta la lucha contra el fuego en Ourense» es solo uno de los muchos ejemplos que pueden citarse.
¿Y qué culpa —nos preguntamos— tiene la meteorología, que el diccionario de la Academia define como la «ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos»? En el elemento compositivo -logía debemos ver ‘tratado', ‘estudio', ‘ciencia'. Y en meteoro, ‘fenómeno atmosférico' (viento, lluvia, nieve, rayo, etcétera). Aunque en este caso la composición ya se usaba en griego.
Quienes emplean meteorología para referirse al tiempo adverso (baja humedad, altísimas temperaturas, fuertes vientos...) pueden hablar de malas condiciones meteorológicas o atmosféricas, tiempo seco y cálido... o simplemente de tiempo (‘estado atmosférico'), si no hay riesgo de ambigüedad.
Pero ese uso de meteorología está tan extendido que el Diccionario del español actual registra una segunda acepción, «conjunto de los meteoros», y recoge este ejemplo: «La meteorología había cambiado. El día prometía serenidad: viento en calma, excelente visibilidad». El DEA es un diccionario de uso, es decir, registra el español que se emplea, incluidas voces que no están en el de la RAE, que es normativo. Su testimonio es indicio de que algún día puede llegarse a aceptar la segunda y discutida acepción de meteorología.
En cuando a pirómano, hay que precisar que es quien tiene la tendencia patológica a provocar incendios, mientras que incendiario es el que, según la definición académica, «incendia con premeditación, por afán de lucro o por maldad». Unos y otros no tienen en común más que el mal uso que dan a la cerillas, por lo que en estos asuntos no deben mezclarse churras con merinas. Como mucho, podría verse un incendiario en quien incendia, al margen de su motivación.
Nos queda la duda de dónde encuadrar a quienes causan un incendio accidentalmente, sin patología mental, premeditación, afán de lucro o maldad. A esos los dejamos para el año que viene.