
Por qué colapsamos la urgencias
Señor conselleiro de Sanidade: si se pregunta por qué la ciudadanía colapsa los servicios de urgencias hospitalarios no tiene más que darse una vuelta por los centros de salud, especialmente en los pueblos. La norma general es una espera de más de siete días para una consulta ordinaria con nuestro médico de atención primaria. En ocasiones, más. Es evidente que cuando pedimos una cita es porque necesitamos atención médica, y, aunque no se considere de urgencia, precisa la observación de un profesional, ya que si no caeremos en la automedicación, contra la que nos previenen siempre.
En el centro de salud tenemos la primera barrera para conseguir esta atención por parte del personal administrativo, que desde la pandemia parece que se han capacitado para decidir qué síntomas determinan si es precisa una consulta de urgencia o no. Como consecuencia, en la ciudad acabamos en el PAC, aun siendo conscientes de que no es una urgencia pero necesitando atención para nuestra dolencia. Y esta situación empeora mucho en una población más pequeña, porque los centros de salud están desprovistos de medios para hacer cualquier prueba, con lo que el servicio de urgencias se limita a proporcionar calmantes y remitirnos a atención primaria.
Cuando no te ofrecen solución y tienes a tu madre de 90 años con un fuerte dolor durante varios días, llega la desesperación por buscarle una solución, y acabas en el servicio de urgencias del Álvaro Cunqueiro. Gracias a las personas profesionales que trabajan en este servicio, ya que por fin pudimos encontrar atención adecuada para ella. Espero que su edad no fuera determinante también para la atención recibida en primera instancia...
En resumen, no es por capricho por lo que recurrimos al servicio de urgencias hospitalario, sino por impotencia ante la respuesta de atención primaria. Y no me refiero al personal, sino al sistema. Ana Álvarez.
Charles Kirk
O asasinato de Charles Kirk é unha pedra máis no longo es estreito camiño da polarización polo que se desliza perigosamente o mundo actual. O diálogo, os dereitos individuais, a tolerancia, o respecto, estanse vendo seriamente comprometidos por persoas (e especialmente dirixentes políticos, certas personalidades do mundo das finanzas, algúns pensadores, influencers do mundo das redes sociais con millóns de seguidores) que pregoan discursos xenófobos e de odio; discursos de oposición aos avances e conquistas sociais; discursos de supremacía e dunha democracia feita a súa medida, partidarios en moitos casos dun populismo violento.
O asasinato de Kirk é tan censurable como o de calquera ser humano feito por ideoloxías, crenzas, cor de pel. Pero convertelo nun motivo para clamar vinganza (como están a facer a súa esposa, Trump e a extrema dereita) é deformar a realidade e botar máis leña ao lume cando se trata sobre todo de sementar cordura.
Os dereitos individuais e colectivos que o noso mundo logrou a costa de moitos esforzos e amarguras están a sufrir un grave retroceso. Manolo Romasanta Touza. Sigüeiro.
Vuelta de tuerca
Iban a 80 kilómetros por hora cuando les tiraron al asfalto chinchetas y cristales. Para un ciclista en pleno esfuerzo significa peligro inmediato de accidente, quizá mortal. ¿Y por qué? ¿Para protestar contra Israel por intermediación de un equipo ciclista? Y como los demás equipos de La Vuelta corren con un equipo judío, semita, hebreo, ¿son igualmente culpables? ¿Y para qué? ¿Para poder contar a la mañana siguiente tomándose una caña en el bar que se habían cobrado una presa en España a costa del desastre humanitario en Gaza, y «ponme otra, tabernero»?
Estos no son héroes de la protesta civil, sino paladines descerebrados del descontento irracional. ¿Hasta qué nivel han llegado quienes salen a acosar violentamente a unos deportistas completamente ajenos a los desvaríos de la política? ¿Hasta qué nivel de irresponsabilidad han descendido conscientemente los políticos que «admiran» —¡el presidente del Gobierno el primero!— y jalean sin decoro —una ex-ministra de Igualdad— a unos manifestantes gamberros, embraveciéndolos aún más?
El encanallamiento de la sociedad es fomentado ya sin tapujo alguno por el mismísimo Gobierno a costa de manifestaciones deportivas que nada tienen que ver con manifestaciones políticas. Un Gobierno panfletario y que demuestra un día tras otro su carencia de frenos morales para transformar la realidad en lo que no es. España necesita una segunda Transición, del sanchismo a la democracia plena que se empezó a perder en el 2004 con el advenimiento de Zapatero. José Eguiagaray. Bruselas.