
Romería, la película de Carla Simón, o Futuro imperfecto, el libro de Xulia Alonso, nos sitúan en las realidades de los años 80, donde las familias se desangraron de dolor y dineros por una marea de narcotráfico que dio como respuesta la aparición de Érguete, la asociación de mujeres madres presidida por Carmen Avendaño. Desde ahí llegó a la sociedad el grito desgarrador y la impotencia por la suerte de sus hijos, reivindicando la persecución de los narcotraficantes. Luego, tras el pico y la delincuencia para consumo de heroína, se sumó la aparición mortal del sida, haciendo inútiles tantos esfuerzos de desintoxicación.
Xulia Alonso, en Futuro imperfecto y en su decisión para comprender lo sucedido, dice: «No me enganché rápidamente, me sedujo sinuosamente. La heroína es como la muerte, no tiene prisa alguna». Historias de los años 80 que aún en la penumbra siguen en nuestros días. Por eso nos traen a la realidad, también a la de ahora con la nueva ola de consumo de heroína, Carla Simón y Xulia Alonso. Aproximándonos a una historia que no es la del narco de fariña o hachís. Carla Simón escribe en el epílogo del libro en castellano de Xulia Alonso: «Xulia es mi madre si siguiera viva. Igual que yo soy su hija si ella hubiera muerto».
Las historias del narco entremezclan en sus ficciones las historias del contrabando, el estraperlo y el tabaco. Y es precisamente esa mistificación lo que lleva a engaño sobre los devastadores efectos sociales y familiares de aquella droga que no es la cocaína. Porque la heroína es la droga oculta, que todos los movimientos sociales en Galicia han obviado más allá del padecimiento familiar o personal. También las producciones audiovisuales y las literarias han orillado ese fenómeno. Y series de gran audiencia sobre narcotráfico entremezclan las operaciones contra las bandas del tabaco de 1983, y también aquellas de la Operación Nécora contra los primeros narcotraficantes de cocaína y hachís en los años 90. Todas estas aproximaciones literarias o cinematográficas han configurado una narración en la que siempre se ha obviado la peste negra de la heroína, que llevaba aparejado el sida. Como señala Xulia Alonso en un espléndido reportaje de Luis Martínez: «Se sabe todo de los traficantes de cocaína en Galicia, pero de los de heroína absolutamente nada». Todavía hoy.
Desde los años 80 aparecieron reportajes de Julio A. Fariña, como el de la detención en Turquía del paralítico, el emir de la heroína. O los más recientes y actuales de Javier Romero, que alertan del aumento del consumo de heroína y su tráfico desde el 2015. Un tráfico más discreto por volumen y de mayor rentabilidad, de la mano de albaneses o búlgaros, que mueven la heroína que sale de Afganistán y se almacena en Holanda. Como recoge Romero, para la Fiscalía Antidroga de Pontevedra «está por llegar aún el verdadero efecto social de este gran movimiento de heroína, igual al vivido en los años ochenta». Y sus consecuencias sociopolíticas.