Le entregaban un premio que le habían concedido años atrás, era un grupo reducido de viejos amigos el que acudió a la residencia, periodistas, algunos empresarios y miembros de la orden de la Vieira, los promotores del premio. Llevaba algún tiempo asilado en Compostela y los problemas cognitivos fueron creciendo hasta que llegó la desmemoria y se apagaron los pocos momentos de lucidez que brotaban espaciados. Y fue al escuchar en la voz de Luz Casal el tema Camariñas del que era autor cuando se le iluminó la cara y se dibujó en sus labios una sonrisa.
En Galicia, alrededor de cien mil personas padecen alzhéimer y otras demencias, ochocientas mil en España y cincuenta y cinco millones en el mundo. Para estos males no hay remedios eficaces que frenen y curen la desmemoria cuando todo es silencio y desaparecen los recuerdos de una vida.
Las canciones de cuando fuimos felices permanecen. Las viejas melodías son lo último que desaparece. Una experiencia sensorial guardada en ese territorio donde habitan las emociones, las mismas que franquearon la barrera de los recuerdos de canciones que perviven. Los últimos rastros que se alojan en la memoria.
El alzhéimer es el mayor de los problemas no resueltos por la ciencia médica. Devasta a familias que cuidan del enfermo mientras la enfermedad progresa; limita la estancia en residencias públicas que no tienen suficientes plazas de acogida, frente a las privadas, que son muy caras para las familias.
Las demencias llegan con sus cuadros de desmemoria creciente cuando la edad ya no gobierna nuestra cabeza y se produce alrededor de los 80 años, aunque cada vez más se está reduciendo la edad de los primeros síntomas. Es una enfermedad de viejos en un mundo en el que han dejado de ser útiles. Un mal de jubilados unidos por la desmemoria.
Yo estoy seguro de que en algún lugar recóndito de su cerebro se almacenan bajo llave los más bellos recuerdos, junto con el dolor y las desgracias que escribieron los capítulos de toda una vida. Solo a ellos en algún momento de luz les corresponden disfrutarlos.
Allí se guarda el primer beso, el nacimiento de los hijos, el dolor de las ausencias, y un paisaje de la mar atardecida, junto a una estrofa de la canción Camariñas que suena en la lejanía de la desmemoria.