La ira marroquí ante la corrupción

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

JALAL MORCHIDI | EFE

05 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los grandes eventos, ya sean culturales o deportivos, suelen ser la excusa perfecta para renovar y modernizar ciudades. En España vimos cómo la celebración de las Olimpiadas en Barcelona y la Expo de Sevilla de 1992 marcaron un antes y un después en ambas. No solo se construyeron estadios y otros edificios modernos y se reordenaron espacios urbanos, sino que también se pusieron en marcha infraestructuras como el AVE, que las conectó en tiempo récord con Madrid. Sin embargo, tras la dinamización económica, con los años este progreso ha convertido la capital catalana en un gigantesco parque temático en donde solo pueden vivir los expatriados que obtienen salarios lo suficientemente elevados como para permitirse el alquiler o la compra de viviendas.

En otros casos, el caos que genera la reordenación urbana para hacer frente a los planes de modernización y adaptación a los requerimientos que eventos de gran magnitud exigen provoca un gran descontento, como está sucediendo en los últimos días en Marruecos. La puesta en marcha de las obras para llevar a cabo la remodelación urbanística a gran escala que requiere la celebración del Mundial de fútbol del 2030 ha generado una gran contestación social y numerosas manifestaciones, no solo porque se están realizando expropiaciones de barrios históricos enteros con justiprecios ridículos, sino porque los marroquíes sienten que este proyecto no está pensando para beneficiar al ciudadano de a pie sino a la élite que, como siempre, acapara los negocios en el país. La corrupción, el nepotismo y la dictadura que han mantenido Marruecos subyugado tras los levantamientos de la denominada primavera árabe del 2011 están en el epicentro de los movimientos de los últimos días.

La consigna de estas protestas lideradas por la generación Z —«No queremos el Mundial, la salud es prioritaria»— no pretendía degenerar en las batallas campales que se están desarrollando. La violencia de algunas manifestaciones y la dura represión de la policía han provocado la muerte de al menos tres personas, decenas de heridos y cientos de detenidos. Aunque siempre hay agresivos para quienes cualquier excusa es buena, la violencia que se ha desatado ahora es porque el río de frustración, desesperanza e injusticia fluye con ira volcánica por el subsuelo de un país con graves injusticias sociales que se codea con Occidente pero que no deja de ser la versión más desequilibrada del Magreb, con una monarquía que es, en realidad, una tiranía.