La transgresión de Maruja Mallo toma el Reina Sofía

Enrique Clemente Navarro
ENRIQUE CLEMENTE MADRID / LA VOZ

CULTURA

La mayor retrospectiva de la pintora gallega muestra la brillantez, la innovación y la variedad de la obra de la gran artista del siglo XX español

08 oct 2025 . Actualizado a las 10:05 h.

Transgresora, icono de la generación del 27, libre, moderna, muy adelantada a su tiempo, rebelde, cosmopolita, diferente, inclasificable, heterogénea y la gran artista del siglo XX español. Maruja Mallo fue, además, la representante más importante del grupo de artistas que presentaron colectivamente una cosmovisión femenina desde una perspectiva también inédita, la de la mujer moderna, activa, libre y profesional. Según dijo este martes Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y colecciones del Centro Botín, fue la artista «más singular, fascinante y heterogénea del siglo XX español». En palabras de Manuel Segade, director del Centro de Arte Reina Sofía, «tendría un lugar garantizado en la historia por ser la artista capaz de dotar de imaginario visual a la Generación del 27, pero además ha sido una personalidad muy avanzada a su tiempo, por su preocupación por la dignidad del trabajo de la mujer, por sus teorías sobre la importancia de la creación popular, por su capacidad para performar su propia imagen y por su innovadora invención de una cultura visual para la ciencia ficción».

Maruja Mallo: Máscara y compás, organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y la Fundación Botín, que se podrá ver hasta el 16 de marzo del 2026, redescubre a la artista gallega, cuyo nombre verdadero era Ana María Gómez González (Viveiro, Lugo, 1902-Madrid, 1995). Cerca de doscientas piezas, entre ellas un centenar de pinturas, unos setenta dibujos, además de fotografías, documentos y textos escritos por ella, sirven para recorrer la brillante y sorprendente trayectoria artística y vital de una de las figuras más emblemáticas, innovadoras y polifacéticas de las vanguardias. Es una exposición más amplia incluso que la que se ha mostrado recientemente en el Centro Botín de Santander, porque incluye estudios, bocetos, manuscritos que son vitales para saber cómo trabajaba, entre ellos los dibujos del Cuaderno de Galicia (1936-37).

Según explicó a La Voz la comisaria de la muestra, la historiadora del arte Patricia Molins, «es la exposición más completa de Maruja Mallo y la primera que la mira más de cerca desde la actualidad, es un momento muy oportuno, porque muchos de sus intereses están presentes hoy, por ejemplo su trabajo se puede considerar pionero de lo que llamamos hoy el ecofeminismo, que ve la evolución no de acuerdo a la ley del más fuerte, sino de la cooperación mutua, por ejemplo en las escenas de los pescadores gallegos».

Maruja Mallo tuvo un vínculo de amistad y colaboración con artistas como Salvador Dalí, Federico García Lorca, Pablo Picasso, Joan Miró, Pablo Neruda y Rafael Alberti, con quien tuvo una relación amorosa de cinco años.

La muestra empieza en la propia calle, a la entrada del museo, donde el público se encuentra con una espectacular y colorida alfombra realizada con conchas molidas de berberechos, mejillones y zamburiñas, con las que se compone un diseño inspirado en la obra y la personalidad de Maruja Mallo. La ha realizado la Asociación Cunchas e Flores de Bueu con apoyo de la Xunta.

Ya en el edificio Sabatini, la exposición se presenta de forma cronológica a lo largo de once salas temáticas. En la número 1 se pueden ver juntas por primera vez en casi un siglo sus cinco Verbenas que formaron parte de la muestra organizada por Ortega y Gasset en 1928 en la Revista de Occidente y que la dio a conocer. Hasta el punto de que algunos de los más avanzados escritores y críticos de arte del momento como Antonio Espina, Ramón Gómez de la Serna, Melchor Fernández Almagro y Federico García Lorca «reflejaron su sorpresa por unas pinturas en las que veían una propuesta nueva, sensual, vital e imaginativa», según destaca Molins en el catálogo. Destacan las verbenas El Mago/Pim Pam Pum (1926), del Art Institute of Chicago, y Kermesse (1928), del Centre Georges Pompidou.

En las siguientes salas se observa claramente la evolución, profundidad y heterogeneidad de su obra, que pasó por varias etapas en consonancia con diferentes momentos de su vida. Al principio, Maruja Mallo apostó por el arte popular a través del realismo mágico, que combina vanguardia y tradición; luego evolucionó hacia el surrealismo y finalmente emprendió un nuevo camino con sus dibujos geométricos y fantásticos en los que trata de conciliar la visión del macrocosmos y el microcosmos. También hay que destacar su compromiso social con la justicia, la igualdad y su profunda curiosidad por todo lo que la rodeaba. Su notorio compromiso con la renovación y el progreso que significaron la Segunda República lo llevó a exiliarse. Tras varios intentos fallidos regresó a España en 1965.

Son muy reseñables los trabajos que hizo alrededor del rostro, la representación y la identidad, uno de los ejes centrales de su obra. La muestra ofrece también la oportunidad de acceder a su interés por el teatro y por lo que llama «plástica escenográfica», que se refleja en una serie de fotografías de ella misma en diversos escenarios desde los que propone una revisión transgresora de la identidad de género, clase, artística y política.

Gracias a la concienzuda labor de investigación realizada, se pueden ver obras hasta ahora inéditas como Arquitectura fósil I, que constaba como desaparecida en el catálogo razonado de la autora luguesa, y un dibujo de 1933 que no se conocía. También se expone la obra Joven negra (1948), recientemente adquirida por el Museo Reina Sofía, y El espantapájaros, que le compró André Breton en París y que mantuvo en su colección hasta su muerte.