PIB en expansión con poder adquisitivo a la zaga

Desiderio Romero-Jordán UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS Y FUNCAS

OPINIÓN

MARTINA MISER

05 oct 2025 . Actualizado a las 11:59 h.

Que cada vez se llega peor a fin de mes. Que con lo mismo se compra cada vez menos. Que la economía crecerá mucho, pero no se nota en los bolsillos. Este tipo de mensajes resultan recurrentes en cualquier conversación diaria. Los ciudadanos perciben una brecha entre las de cifras al alza en el PIB y la menos boyante realidad económica de sus hogares. Y no falta la razón en muchas de estas apreciaciones. Vayamos por partes. La economía española crece fuertemente desde la pandemia. Este año, sin ir más lejos, está previsto que el PIB aumente alrededor de un 2,3 %. Según Funcas, el crecimiento se ralentizará hasta cifras próximas al 1,6 % en el 2026, en un contexto de incertidumbre mundial y de agotamiento del modelo basado en turismo y gasto público. Con todo, las cifras son claramente mejores que las de nuestros vecinos europeos. Comparado con las cuatro grandes economías de la UE vemos que Francia crecerá tan solo un 0,6 %, Italia un 0,7 % y la locomotora alemana quedará previsiblemente estancada en el 2025. Cuestión aparte son las sombras del crecimiento español, sustentado en la demanda interna y en bajos niveles de productividad.

Los economistas miden la capacidad económica de los hogares por su renta disponible real. A los ingresos monetarios (esencialmente salarios, pero también otras rentas como el desempleo) se les descuenta el efecto de impuestos e inflación. Pues bien, las noticias al respecto no son buenas: la renta real media se encuentra en niveles próximos a los de la crisis financiera del 2008. Ese shock dejó muy tocado el bienestar de los hogares. De hecho, tras casi dos décadas y gobiernos nacionales y regionales de diferente signo, el poder adquisitivo no termina de despegar. El crecimiento de la renta real se ha acelerado en los últimos años, sí, pero debería estar muy por encima. El pesimismo de los hogares respecto de su poder de compra no es un cliché para olvidar.

La pandemia ahondó en el deterioro de la capacidad de compra. El efecto combinado de la guerra de Ucrania y la crisis energética dispararon el IPC, que solo en el 2022 aumentó más de un 8 %. Desde entonces, la percepción de que el carro de la compra va mucho menos lleno con el mismo billete de 50 euros no es un mito. La inflación ha erosionado con mucha intensidad el poder de compra de los hogares. Los salarios pactados en convenio colectivo no se adecuaron en tiempo al crecimiento de los precios. Es decir, menos salario para hacer frente a un incremento de precios que en acumulado desde el 2021 supera el 18 %. Y en este contexto, los contribuyentes siguen pagando su IRPF de acuerdo con los billetes que reciben como contraprestación a su salario, pero sin descontar la inflación. No se ha deflactado el IRPF a nivel nacional. Y no parece que esto vaya a suceder. Como resultado, los hogares están pagando por encima de lo que les corresponde. De ahí que la recaudación del IRPF esté creciendo a toda máquina desde la pandemia. En definitiva, la brecha existe y necesita más atención pública.