Iba a decidir las elecciones norteamericanas, con sus más de 500 millones de seguidores, si sumamos sus redes sociales. Taylor Swift dijo que «podemos lograr mucho más en este país si nos guía la calma y no el caos» y pidió el voto para Kamala. El resultado ya lo conocen. Fue en lo único que perdió. Acaba de batir su propio récord en Spotify, con casi 31 millones de reproducciones de una canción de su último trabajo en un solo día. El anterior también era de ella. Encontramos a Mariah Carey y su Navidad en el tercer puesto. Mi compañero en La Voz Javier Becerra publicó esas cifras y señaló un posible plagio del que se habla en otro de los temas del disco: «Una de las canciones de The Life of a Showgirl que más ha llamado la atención de la crítica y el público estos días es Opalite. Un tema de pop fluido con reminiscencias de Abba y Fleetwood Mac. Sin embargo, a las pocas horas de ponerla en circulación, muchos detectaron un gran parecido con un viejo tema de Luis Miguel, 1+1=2 enamorados». Algunos pusieron el grito en el cielo.
Pablo Picasso siempre decía que él era un gitano del arte. En absoluto lo comentaba en tono peyorativo con los gitanos. Al revés, era una alabanza y una manera de definir su evolución, su mezcla, su pellizco, su quejío. Picasso explicaba que todos los buenos artistas beben de las influencias. Que no hay un solo creador que sea virginal ni puro. Que uno, si canta, pinta o escribe, toma prestado sin querer y queriendo. El hombre que afirmaba que si existía la inspiración que ojalá le cogiese trabajando sentenciaba también que sus cuadros, sus esculturas eran hijas del esfuerzo, del sudor y de los préstamos de colegas y de la historia universal del arte, de todo aquello que le tocaba la fibra. Por ejemplo, las máscaras africanas. Ahora que se critica a Taylor Swift por esas notas parecidas con las de Luis Miguel, toca recurrir nada menos que a la trayectoria de Picasso y sus teorías sobre la creación para defender a una reina mundial de la música. Picasso lo demostró en sus distintas etapas de colorines. Como les sucede a pintores de recorrido muy diverso que beben del propio Picasso. ¿No les recuerda el genio de Miquel Barceló a Picasso? ¿No les recuerdan los cuadros de África de Barceló a las máscaras africanas que tanto inspiraron a Picasso? En Galicia, todo un personaje y artista como Xaime Cabanas fue una especie de pariente de Barceló, muy próximo a sus trabajos. El arte es una cadena o no es. No se trata de encadenarse a los que admiras. Ni mucho menos copiarlos ni plagiarlos. Pero un ritmo pop que es casi universal como el de Luis Miguel es normal que nos suene a la canción de Taylor Swift. Los genios son todos primos hermanos. Son familia. Así a veces los críticos los agrupan en escuelas o ismos. Son geografías próximas, cercanas. Y no hay que sonrojarse por poner nombre y apellidos a tu influencia como hizo la gran Almudena Grandes cuando se atrevió a seguir la sombra de los Episodios nacionales de Galdós. Los artistas son esa familia extraña que nos maravilla, que nos toca el corazón, que nos pone a bailar o a llorar. Nada que ver con ese cortar y pegar de la inteligencia artificial. Hablamos más bien de inteligencia natural, de talento, de almas como esponjas. ¿Quién pudiese parecerse a Joseph Mitchell?