
Las películas y las series trufadas con tropezones publicitarios parecían un asunto del pasado desde el día en que las plataformas de streaming prometieron un universo mágico a la carta. Pero aquel paraíso fue solo un sueño pasajero para muchos desde el día en que se dibujó un pasadizo estrecho con solo dos salidas: ver anuncios o pagar más. Las estadísticas en España señalan que hoy en día más de la mitad de los usuarios de los principales servicios de entretenimiento doméstico ya se han pasado a los planes con anuncios, que permiten ahorrar unos euros a cambio de dedicar unos minutos al contenido comercial. Para las compañías no es solo un ingreso extra, sino una garantía de que más clientes podrán mantenerse fieles para cumplir puntualmente con su cuota mensual.
Con la llegada de los reclamos publicitarios han llegado problemas como las interrupciones abruptas del contenido en un servicio que no deja de ser de pago. Otro son las subidas de volumen cada vez que salta una pausa para espabilar al espectador y estimular el consumo. El estado de California, en Estados Unidos, se ha propuesto poner fin a eso con una ley que busca garantizar el bienestar del espectador. Obligará a las grandes marcas de streaming a igualar decibelios para que el paso de la película a los anuncios no genere sobresaltos.