Sorprende cómo el discurso independentista catalán, especialmente de los grupos de derechas, está derivando hacia posiciones cada vez más hostiles a la inmigración. La fortaleza de Aliança Catalana, con un discurso rozando la xenofobia, y la presión de los de Abascal tanto dentro como fuera de la comunidad, está arrastrando a Junts al barro. ¿Y cuál es el argumento? No tiene que ver en este caso ni con el mercado laboral ni con el aprovechamiento de las ayudas públicas, motivos habituales para atacar a la mano de obra extranjera. No. Ahora tiene que ver con la influencia de los inmigrantes en la catalanidad. O, más bien, con que supuestamente ponen en peligro la catalanidad del país. Según Puigdemont, si no saben hablar catalán no deben tener permiso de residencia.
Sorprende enormemente ese discurso cuando un informe tras otro —y el último firmado hace unos días por el catedrático de Economía Aplicada José Oliver— indican que el modelo productivo catalán no puede sostenerse sin la mano de obra inmigrante, que representa ya en torno al 18 % del total de trabajadores en Cataluña, al sumar casi 700.000. O lo que es lo mismo, el doble de los parados que hay en la comunidad.
Y sorprende todavía más ese discurso al ver la foto que publicaba hace unos días este periódico para ilustrar los trabajos frente a los destrozos de la dana: un grupo de inmigrantes, probablemente de origen africano, retirando barro de las calles, mano a mano con otros vecinos de La Rápita.
Los autores de estas críticas deberían abandonar el barro del populismo. La economía española necesita la aportación de los extranjeros. Y la sociedad española en general, y la catalana en particular, lo que tendrá que hacer es centrarse en facilitar la integración de estos migrantes, porque así se terminaría el supuesto problema de que no hablen catalán. ¿Acaso no hemos visto a inmigrantes desenvolverse en gallego con gran naturalidad? ¿Acaso los emigrantes gallegos que marcharon a Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza o Alemania no aprendieron a manejarse en inglés, francés o alemán? Si hasta los que se asentaron en países de habla hispana incorporaron sus acentos. ¿Y acaso la historia y el éxito de Cataluña no está hecha gracias a tantos andaluces, gallegos y extremeños? La inmigración no puede ser un arma para arañar unos miles de votos.