El laberinto boliviano

Xabier Grandío ANALISTA POLÍTICO

OPINIÓN

JORGE ÁBREGO | EFE

19 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Bolivia celebra hoy su segunda vuelta electoral para dilucidar quién ocupará la presidencia durante los próximos 5 años. Hay una certeza: no será un miembro del MAS (Movimiento Al Socialismo) ni de su espacio social. Sin embargo, las hipotecas que tendrán que asumir Rodrigo Paz o Jorge «Tuto» Quiroga aventuran un futuro incierto para el país andino.

Las elecciones legislativas, celebradas paralelamente a las presidenciales el 17 de agosto, dejaron un escenario sin mayoría en ninguna cámara. El Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Paz ganó en ambas, sin mayoría absoluta, y dependería de otros aliados para aprobar leyes o impulsar cambios constitucionales; la alianza Libre, de Quiroga, lo tendría más difícil todavía, pero no imposible. Esto aventura un mandato complejo, con la necesidad de pactar ante una situación económica que se agrava mes a mes: el 18,33 % de inflación acumulada en 2025 y una falta de divisas alarmante que dificulta el abastecimiento de combustible y golpea el crecimiento económico.

Cada uno de los candidatos se presenta al balotaje con impedimentos y problemas importantes, más allá de la poca fiabilidad de las encuestas electorales en Bolivia. Rodrigo Paz dio la sorpresa contra todo pronóstico gracias a su campaña de proximidad, su notable desempeño en los debates a los que fue invitado y el valor añadido que aportó el candidato a la vicepresidencia, el excapitán de policía Edman Lara, conocido por su lucha contra la corrupción. Sin embargo, la ambigüedad de sus propuestas económicas para salir de la angustiosa crisis inflacionaria que vive el país, los exabruptos de Lara (incluso desafiando a Paz) y el apoyo indirecto de colectivos que apoyaron al prófugo Evo Morales sugieren que su Gobierno podría estar demasiado condicionado por ese espacio de cara al futuro.

Jorge «Tuto» Quiroga plantea una propuesta económica mucho más definida: plan de privatizaciones masivo, reducción del gasto público, préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y una nueva Constitución que liquide el Estado plurinacional. Esta definición, junto con su background como ministro y presidente interino, aporta, de entrada, una mayor tranquilidad al electorado conservador que haya apoyado a Samuel Doria Medina o a Manfred Reyes Villa. Sin embargo, el plan de choque que propone le obligaría a pactar con un Congreso donde no es primera fuerza en ninguna de las dos cámaras y a exponerse a una alta conflictividad social desde el primer momento.

No podemos negar una realidad: la sombra de Evo Morales es alargada y, por esa razón, en la región del Chapare puede moverse con total impunidad sin que la policía o el ejército lo arresten (como reclama la Fiscalía) y sigue siendo un actor político relevante. Y, aunque su influencia es menguante, todavía puede influir en la acción (u omisión) del próximo presidente de Bolivia. No se podrán borrar dos décadas de MAS de un plumazo.