Memorias: ¿verdad, terapia o márketing?

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre O TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

TERESA SUAREZ | EFE

16 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los libros de memorias, ya sean escritos por una celebridad, un político o una figura histórica, representan un género literario fascinante que se sitúa en la delgada línea entre la literatura, el márketing y la terapia personal.

Últimamente hemos asistido a la publicación de memorias de gentes relevantes en todas las esferas sociales.

La principal tensión en todo libro de memorias reside en la relación con la verdad. A diferencia de la biografía histórica, donde se intenta establecer hechos objetivos, las memorias son una verdad subjetiva, filtrada por la memoria, la emoción y la estrategia comercial del narrador.

El autor no solo recuerda; selecciona, moldea y omite. Los errores son a menudo minimizados como «lecciones aprendidas», las victorias son glorificadas como resultado de un mérito puro, y las figuras secundarias suelen ser utilizadas para ensalzar o vilipendiar la trayectoria del protagonista.

Para muchos autores (salvo los que recurren a un escriba mercenario), especialmente aquellos que han vivido traumas o escándalos públicos, el acto de escribir es catártico. Es un intento de reafirmar su propia voz y tomar el control de una narrativa que ha sido secuestrada por los medios. El lector, en este sentido, se convierte en el terapeuta silencioso que valida el proceso de curación o redención del famoso.

El éxito comercial del género se basa en que el lector no busca solo la historia; busca el detrás de cámaras, el chisme con etiqueta, la llave al camerino que le revele que, bajo el brillo, la celebridad es «uno más de nosotros».

Las memorias sirven para desmantelar, aunque sea superficialmente, el mito público del autor. El famoso confiesa sus debilidades —adicciones, miedos, inseguridades— para hacer su figura accesible.

Más allá de las ventas inmediatas, las memorias son una herramienta de márketing, es el último gran intento del protagonista de fijar su imagen en la historia. Se publican estratégicamente para limpiar un nombre, promover un nuevo proyecto o, simplemente, para asegurar que la versión de los hechos que perdure sea la propia.

Las memorias, en esencia, nos dicen tanto del autor como de la sociedad que las consume. Reflejan nuestra fascinación por el éxito y el fracaso, nuestra necesidad de ídolos y nuestra apetencia por sus caídas. «Escándalo» deriva del griego skandalon y quiere decir «hacer caer».

Al leer un libro de memorias no solo estamos leyendo una vida; estamos participando en un sofisticado acto de autocreación y consumo mediático. Estamos validando la idea de que toda vida, sobre todo la famosa, es una historia que vale la pena ser contada (y vendida), incluso si la verdad es solo una sugerencia elegante.

Borges afirmaba: «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos».