Álvaro García Ortiz, con el relato no basta

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

El fiscal general, Álvaro García Ortiz, a su salida del Tribunal Supremo en el último día del juicio que se sigue contra él.
El fiscal general, Álvaro García Ortiz, a su salida del Tribunal Supremo en el último día del juicio que se sigue contra él. J.J. GUILLÉN

20 nov 2025 . Actualizado a las 18:25 h.

No seré yo quien cuestione la protección de las fuentes, aunque haya muchos periodistas que ahora se rasgan las vestiduras y que apoyan vetar a otros informadores para proteger sus privilegios y no quedar en evidencia. Por eso, la encarnizada defensa del fiscal general que varios de ellos, alguno muy apreciado por mí, choca con la dura realidad. No hay más ley que la verdad y ninguno de ellos contó quién era su fuente. Lícito, pero quizá injusto por parte de ese filtrador fantasma que han intentado que sobrevolara todo el proceso y que consiente que el presunto inocente cargue con la culpa. Entiéndase la ironía.

Porque, a la espera de conocer los hechos probados de la sentencia, los datos que hay encima de la mesa dejan poco lugar a las dudas. Cuando en el equipo de García Ortiz se enteran de que el novio de Isabel Díaz Ayuso tiene un conflicto con Hacienda, pretenden explotarlo políticamente. Para ello obligan a salir de un partido de la Champions del Atleti al fiscal del caso, «porque Álvaro no puede esperar». Y este remite todos los documentos que una hora después aparecen filtrados en algunos medios. «Tenemos que ganar la batalla del relato», era la excusa.

Creyéndose intocable y jaleado por un notable y ruidoso grupo de afines, García Ortiz admitió haber dictado la nota de prensa en la que se seguían vertiendo datos privados de la defensa de un particular con el peregrino argumento de desmentir un bulo. Y el fiscal general, que tiene la obligación legal y moral de proteger a todos los ciudadanos, incluida a la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, fue el primero que infringió ese precepto legal y que, además, se jactó de ello.

Juan Lobato, degradado a senador raso por no seguir sin pestañear las consignas de Moncloa y Ferraz, se fue al notario y acreditó sus mensajes con el gabinete del presidente. Luego le faltó valentía y aceptó sacar en el pleno de la Comunidad de Madrid los documentos filtrados, ahora sí, con sentencia, por García Ortiz. Cayó víctima de las iras del sanchismo, pero su gesto delató a sus superiores.

La presión mediática de los más próximos al PSOE no ha bastado para tapar lo que la mayoría de la ciudadanía piensa. Álvaro, con ganar el relato no basta. Una pena que haya sacrificado su valía por una ilegalidad.

Y una última pregunta: la Fiscalía ¿de quién depende, señor Sánchez?