Instituciones desprestigiadas

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

Blanca Millez | EFE

26 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Teresa Peramato Martín será la nueva fiscala general del Estado tras la condena y posterior renuncia anteayer de Álvaro García Ortiz. Su nombre fue aprobado en el Consejo de Ministros tras ser propuesto por el ministro Félix Bolaños. Peramato es fiscala de carrera con 35 años de ejercicio y goza de un prestigio en su gremio fuera de toda duda. Hasta ahora ocupaba el cargo de fiscala de sala jefa de la Sección Penal de la Fiscalía del Tribunal Supremo, y también es fiscala de sala delegada para la Protección y Tutela de las Víctimas en el Proceso Penal. Y, sobre todo, atesora una gran trayectoria, especialmente en materia de lucha contra la violencia machista. De hecho, es considerada una de las grandes impulsoras de la especialización judicial en esta materia.

En definitiva, llega al cargo en una situación parecida a la que en su momento llegó Álvaro García Ortiz: una carrera a sus espaldas reconocida por tirios y troyanos (salvo una vez que fue nombrado). Es una fiscala respetada que ocupará un puesto que ha quedado achicharrado tras los acontecimientos sucedidos por las penurias legales con Hacienda del novio de Ayuso. La cuestión ahora es ver si Peramato será capaz de devolver a la Fiscalía General del Estado el prestigio que ha perdido durante todo el proceso por revelación de secretos. Y si podrá superar de una vez la frase que persigue a la Fiscalía desde hace años: «¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso».

El caso es que toca reconstruir una institución que ha quedado hecha añicos, como están quedando destrozadas otras tantas instituciones del Estado. La polarización de la sociedad española está llegando a tales niveles que solo creemos en ellas en función de nuestra militancia ideológica. Este es el caso de los miles de personas que de buena fe se lanzaron a la calle a protestar por la condena a García Ortiz. Como es el caso de aquellos que se indignaron en su día cuando el Tribunal Constitucional corrigió la sentencia del Supremo sobre los ERE. Si eres de izquierdas, el Tribunal Supremo es un nido de la derechona. Y si eres de derechas, Pumpido es un agente infiltrado de Sánchez.

La arquitectura democrática española se está ensuciando de tal manera que vamos camino de un punto de no retorno. Un país desarrollado no puede avanzar con sus principales pilares pisoteados a diario. Si no nos creemos a los jueces, a los fiscales, ni a los políticos, no nos creemos el Estado. Y si no nos creemos el Estado, cualquier cosa puede pasar.

Es impresionante la cantidad de personas que tienen clarísimo que los jueces del Supremo han prevaricado. Así como impresiona también la clarividencia de quienes, antes de dictar sentencia los magistrados, ya sabían que el fiscal general había delinquido. Reconozco que yo no tenía clara ni una ni otra cuestión. Pero lo que sí veo diáfano es que vivir en democracia es aceptar que las cosas no son necesariamente como a nosotros nos gustarían. Y que si no respetamos las instituciones nuestro país acabará convertido en un Estado fallido.