Charos y Berberecho

OPINIÓN

13 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Me molesta que llamen charos a las mujeres de izquierda que responden a cierto perfil, personal e intelectual, un tanto desaliñado. Para mí, Charo es un nombre bonito, la forma afectuosa de Rosario, y conozco a unas cuantas. También me disgusta porque hemos calcado la fórmula de los anglos, que les llaman las karen. Esas adopciones culturales de baja calidad me enfurruñan. Los apelativos familiares, como Charo, Neno o Pepe, responden a impulsos cariñosos. Se llaman en lenguaje técnico hipocorísticos, palabra que proviene de un verbo griego que significa «acariciar con las palabras». Por eso, convertir esos apelativos en insultos me parece, exagero un poco, una degradación final.

Volvían de un viaje a Disneyland París con sus dos hijas. Ya en el avión, a una de las niñas, que andaba por los cinco años, le llamó la atención el traje brillante que vestía otra cría, quizá algo más pequeña. Salió de su asiento y fue a preguntarle si era una princesa. Por supuesto, la otra contestó que sí, sin matices y con mucho orgullo. La madre de la princesa, poniendo acaso esa voz que se utiliza para hablar con los niños, le preguntó si también ella quería ser princesa. En contra de lo esperado, ella respondió muy desenvuelta que no, que ella era un berberecho. La madre de la princesa, casi escandalizada, no supo seguir y se limitó a mirar al frente.

Aquel berberecho sigue siendo Berberecho aún hoy, bastantes años después. Su abuelo vive en una casa al borde de la ría. Una casa con lancha muy mimada que recibe, seguro, varias manos de patente y de pintura con la frecuencia debida. El abuelo es pescador y quizá no se le ocurrió una palabra más bonita que esta para acariciar a su nieta