¿Importa Venezuela?

José Julio Fernández Rodríguez / Anxo Varela Hernández TRIBUNA

OPINIÓN

Eva Marie Uzcategui | REUTERS

26 dic 2025 . Actualizado a las 10:00 h.

La tensión que existe desde hace meses entre EE.UU. y Venezuela ejemplifica uno de los rasgos de la geopolítica en el convulso mundo actual.

Por un lado, nos encontramos con el discurso oficial, el relato que se narra ante los medios y la opinión pública. Aquí Venezuela aparece como un narcoestado que supone un riesgo para la seguridad nacional de Estados Unidos, lo que permite a Trump justificarse ante la opinión pública por sus acciones violentas contra el país sudamericano. Tales acciones, de momento, se hallan en cierto modo contenidas pues no se ha producido ninguna incursión terrestre, pese a las advertencias en ese sentido.

Pero, por otro lado, están las causas subyacentes que determinan las decisiones de fondo y que no se explicitan porque posiblemente no obtendrían el apoyo suficiente en la ciudadanía. Aquí es donde se encuentran los deseos de la Administración norteamericana de controlar las enormes reservas de petróleo venezolanas, las mayores del planeta.

En todo caso, parece claro que el régimen de Maduro, como mínimo, ha impulsado el crimen organizado, lo que de manera directa afecta a Estados Unidos al ser el gran mercado en lo que a la demanda de drogas se refiere. Por lo tanto, existe un elemento de verdad en la razón, al menos aparente, que esgrime Trump para presionar al presidente venezolano. Sin embargo, creemos que el elemento más importante que determina estas acciones norteamericanas es el deseo de acceder de manera directa o indirecta al petróleoa, alejando así a otros posibles y potenciales competidores por dicho recurso.

En este punto juega un papel relevante China, el gran actor del futuro inmediato, cuya presencia en América Latina es estratégica y creciente, no solo por el comercio masivo, sino también por la compra de deuda pública de países de la región donde destaca, precisamente, la deuda del país bolivariano.

Más allá de los motivos que justifican los recientes posicionamientos de la Administración Trump, es indiscutible que Caracas es un régimen autoritario en el que cada vez existen menos libertades, especialmente para los disidentes políticos, y que el mundo espera, desde hace tiempo, que cambie la realidad del país. Quizás este sea uno de los motivos por los que hay una escasez de voces críticas en Europa, que se muestra especialmente callada y pasiva ante tales actuaciones, como puede ser la interceptación de embarcaciones, que es claramente contraria al Derecho Internacional.

Sea como fuere, lo que está claro es que Washington, con el peculiar estilo Trump, revive la doctrina Monroe y pretende expandir su control e influencia en todo el continente americano. Ello se puede observar, también, en la última Estrategia de Seguridad Nacional, publicada a comienzos del mes de diciembre, que mira con determinación a América Latina y que destaca, entre sus propósitos, el freno de la inmigración ilegal, la mejora de la relación con sus aliados ideológicos y sus socios comerciales y, finalmente, la contención del avance del narcotráfico.

Al margen de las voluntades estadounidenses, la realidad sudamericana es diversa. Hay cierta predisposición favorable en algunos países, como Chile, Ecuador o Argentina, pero existen más escépticos como Brasil. Así se manifestó en la reciente LXVII Cumbre de Presidentes de los Estados parte del Mercosur —en donde, por cierto, Venezuela permanece suspendida desde el año 2017—. En definitiva, la cuestión venezolana es compleja y las recientes actuaciones de Estados Unidos no parecen simplificarla. Máxime, partiendo de que existe cierto consenso en las élites norteamericanas de que su país debe actuar para mantener su predominio global, lo que convierte al problema con Caracas en una pieza de un tablero más amplio.

Mientras tanto, Venezuela sigue sometida a un régimen autoritario; Europa no está ni se le espera por la pequeñez de sus líderes. Y aquellos que apostamos por la democracia, sin olvidar la soberanía de los Estados, seguimos esperando alguna propuesta que anteponga a cualquier otro elemento los intereses del pueblo venezolano.