La décimo tercera edición de la Muestra Universitaria de Teatro Internacional, Miteu, finaliza hoy con la representación de origen estadounidense, Sex on the beach. Desde la organización estiman que el evento, en su totalidad, llegó a un 10% de la población. El total de espectadores, 10.000, se segmenta en dos grupos. Por un lado, los que presenciaron obras techadas, 7.000, se reparten entre el Principal, el Auditorio, el Auriense, el Torga y el Campus. Los 3.000 espectadores restantes, lo hicieron desde la vía pública, alcanzando la mayor concentración con el roteiro motivado por del día de la República.
La Miteu ha durado 17 días, en los que han participado 274 compañías de diferentes países, con el apoyo organizativo de 40 alumnos universitarios. Una suma de naciones y que se reparte entre países tan lejanos como Líbano, la India, Chile, Argentina o Ucrania. Una conjura de elementos a nivel global, que ejemplifica la realidad de la muestra y del gremio teatral. Una situación en la que cada vez es más difícil atribuir una nacionalidad a las compañías, ya que por su condición de itinerantes, ofrecen una composición segmentada en diferentes nacionalidades.
Trás las bambalinas
Fernando Dacosta, director de la Miteu, reconocía ayer «la preocupación y responsabilidad que supone para la organización, la correcta gestión del dinero público con el que trabajan, para que llegue de una manera correcta a toda la sociedad». Un trabajo de coordinación que dura todo el año y que se acentúa durante los días que dan vida al evento. Jornadas de trabajo que se prolongan hasta la madrugada y en la que colabora un grupo de ocho personas, de las cuales, dos pertenecen al departamento técnico y otras dos realizan labores de relaciones públicas y producción. El recuento de los votos que cada espectador realizó al final de cada obra, corrió a cargo de otro de los miembros del grupo. La recepción de las compañías y su introducción a la ciudad de Ourense, con la entrega de planos y la ubicación de los hoteles y restaurantes a los que deben dirigirse, también dependió de otro miembro del grupo. «Se trata de coordinar cosas que desde fuera no se ven. Los pasajes aéreos de los artistas para hacerlos llegar a Ourense, los horarios para cenar, ya que si se retrasan por la noche, eso implica que los cocineros del restaurante también tengan que quedarse. Es mucho más de lo que parece», concluye Dacosta.