Hace un año, se montó un guirigay en Galicia porque se descubrió que una de las definiciones que daba el diccionario de la Real Academia del término gallego era la de tonto . Y va a resultar que nuestros gobernantes han creído en esta acepción a pies juntillas. ¿Cómo, si no, es posible que los responsables de la Xunta comparezcan y se nieguen a explicar cuánto les va a costar cada año a los gallegos mantener un complejo, el Gaiás, en el que ya han enterrado 500 millones de euros (80.000 millones de pesetas)? ¿Cómo, si no, es posible que siete años y medio después del inicio de las obras no se conozca para qué sirve tanto granito y tanto cemento?
Menos mal que la acepción de tonto es solo propia de Costa Rica. Los gallegos saben que el Gaiás es un despilfarro que comenzaron unos y que siguió adelante con la connivencia de los otros.