«La vida da más golpes bajos que el boxeo porque hay gente sin escrúpulos»

Antonio Nespereira OURENSE/LA VOZ.

OURENSE

Su nombre está asociado a la historia del boxeo y salió de A Merca para tentar la fortuna y el éxito en el País Vasco

15 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

No se dejen intimidar por el gesto de la foto, ni siquiera por los guantes que enfunda. Benito Canal (A Merca, 1941) es un bonachón que a veces peca de condescendiente. «Por lo menos, la gente me tiene por buena persona», dice este ex boxeador que encontró la gloria en la década de los sesenta y salió del ring cuando tenía 31 años. Solo recuerda haber tenido que defenderse con los puños desnudos, fuera del deporte. «Me llamaron gallego con desprecio y le tuve que dar cuatro puñetazos al que me insultó, y no le quedaron más ganas», recuerda.

Ocurrió en el País Vasco, lugar al que su familia, como muchas gallegas, emigró. Él nació en Fontao, una aldea del concello de A Merca, pero ya con ocho años se marchó para Bilbao. Su padre era cantero «y de los buenos» y él acabó encontrando trabajo de electricista. En Euskadi vivió, peleó y trabajó hasta hace unos dos años que decidió retornar a su pueblo natal, A Merca, su rincón. «Aquí vivo tranquilo, cultivo mis tomates, mis lechugas, juego la partida y estoy a gusto», dice. Hasta hace poco tuvo un restaurante en tierras vascas, que también vendió.

Pero la historia pública de Benito Canal está ligada al mundo del boxeo. Como amateur disputó unos veinte combates y como profesional, cerca de la treintena, retirándose cuando estaba en los pesos pesados. No olvidará aquella pelea contra Echeverría en la plaza de toros de Bilbao, proclamándose campeón de España: «Era mi primer combate como profesional, creí que me iba a tumbar enseguida, pero acabé ganando». A la lona se fue «más de una vez» y tirar la toalla «dos o tres veces, una de ellas peleando con Urtain».

Intereses

La imagen física de un boxeador es siempre imponente, sobre todo un peso pesado, como es el caso. Sin embargo, siempre queda una imagen de fragilidad, como si fuesen muñecos de porcelana, a veces manejados por intereses de terceras personas. Dicho de otra manera: ellos se dan de bofetadas y otros embolsan una pasta mientras se fuman un puro y ven como la cara de los púgiles queda cubierta de huellas.

Más cornadas da el hambre, suelen decir los toreros. ¿Y los boxeadores? Benito reconoce que «la vida da más golpes bajos que el boxeo porque hay gente sin escrúpulos». Esos son los que «defienden sus intereses privados, que se aprovechan de los boxeadores, pero yo no voy a dar nombres porque la mayoría ya se han muerto».

Las películas del género ofrecen también imágenes de cierta mafia alrededor del púgil, pero él aclara que «no hay tanta como parece y lo que hay ni siquiera llega a la categoría de mafia».

Con todo, Benito hizo su dinerillo, «pero no fui millonario, lo que gané me valió para vivir bien y montar mi negocio», un restaurante en Bilbao. Aunque siguiese boxeando «no creo que llegase a convertirme en rico».

El boxeo vive hoy horas bajas y está lejos de lo que fue «porque antes había veladas casi todos los días». Hoy, quizá como entonces, pervive el debate sobre si esta práctica es un deporte. Él, como parece lógico, defiende su carácter deportivo, incluso la bonhomía del púgil «porque los boxeadores somos humanos y podemos ser grandes amigos después de habernos peleado».

La historia del boxeo ha dejando nombres de leyenda y Benito hace su propia selección. Cuando se le pide que elija el mejor extranjero, no lo duda: Muhammad Alí. Pero cuando se le pregunta por los españoles duda y amplía el abanico de nombres: José Legrá -con el que coincidió en una boda en Ourense hará un par de años-, Pedro Carrasco o Luis Folledo. Tal vez por modestia, en ningún momento pone énfasis en la importancia que sin duda ha tenido Benito Canal en la historia del boxeo. Como mucho nos invita a que busquemos en Google su nombre para ver las referencias que hay sobre él. Efectivamente, hay varias entradas glosando el currículum de quien fue campeón de España de los pesos pesados.

Vasco o gallego

La charla con este gigantón de A Merca evidencia que el acento gallego se ha ido desdibujando. Es más, tiene los giros y las expresiones saltarinas de los vascos. Después de tantos años, ¿se siente más vasco que gallego o al revés? Vaya pregunta, parece pensar.

Se lo piensa un rato y da una respuesta un tanto política: «Jamás se me ha olvidado Galicia». A título de anécdota, cuando se casó eligió su tierra, Ourense, para venir de luna de miel, «incluso fui de los que estrené el hotel San Martín en viaje de novios».

Pero el alma vasca parece que ejerce cierto tirón. Dice que «los vascos son buena gente aunque haya muchos tópicos». Añade que «siempre me he integrado, incluso algunos periódicos hablaban de mí y decían que yo era un boxeador vasco». Jamás ha tenido problemas, reconoce, sobre todo porque no ha pisado el vidrioso terreno de la política. Sobre este particular es tajante: «Yo paso de la política completamente».