No sé si el pasado martes, cuando se acercó al Concello de Ourense como invitado, Adolfo Domínguez llegó a pie o en coche. Pero creo recordar que año tras año hace apariciones estelares en descapotable cada vez que arriba al Parque Tecnológico con motivo de la junta general de accionistas de la compañía que dirige. Así que me llama la atención que diga que hay que peatonalizar Ourense. Su brindis al sol por la ciudad sin coches incluye la sugerencia de invertir en transporte público. No le falta razón. Pero su sugerencia me lleva a una pregunta: ¿AD lleva bonobús en la cartera?
Tengo la sensación de que nunca se ha subido el modisto a un autobús urbano pero, si seguimos el hilo del discurso con el que intentó adoctrinarnos a los ourensanitos del montón esta semana, puede tener excusa: «Tampouco pasa nada por desplazarse a pé en Ourense». ¿Será que Domínguez solo conoce a gente que vive en el Parque o en el Paseo? ¿O es que en su cruzada por la vida sana -eliminó las máquinas de vending de su fábrica preocupado por los michelines ajenos aunque no debió parecerle una contradicción personal, habida cuenta de que una de sus líneas de negocio se basa en las tallas grandes- quiere que los vecinos de Seixalbo (o de Cudeiro o de O Vinteún) hagan de su vida diaria una maratón?
El apóstol de Al Gore insiste en que nos preocupemos por salvar el mundo, para que nos dure. Pero cabría preguntarse si se inquieta tanto por cómo viven en su mundo los trabajadores de las fábricas de Asia de la que salen muchas de las prendas de las que cuelga luego su etiqueta. Seguro que lo hace, aunque no me quede yo muy tranquila con sus explicaciones. Atención a la que dio hace dos años al respecto de si trabajaban niños en esas factorías: «É absurdo porque un neno non rende no téxtil, equivócase, non se concentra, non pode traballar en cadea». ¡Acabáramos!