A
quellos que han hecho de la política su oficio tienen -más o menos- dominado el discurso. Cuentan lo que quieren contar y, sobre todo, contestan lo que quieren contestar... Da igual lo que se les pregunte. Sueltan su discurso (propio o dictado) con más o menos gracia. Y ahí se queda la cosa por mucho que se insista. Luego están los que empiezan. Son muchos más enriquecedores. Lo están comprobando los lectores de La Voz, con las entrevistas a alcaldes y concejales que se estrenaron tras el veredicto electoral del 22-M. A algunos todavía no les ha dado tiempo de estudiarse el guión. Otros se ve que no estudian. Y puede que alguno hasta sea sincero. ¿Será posible?
Al menos constituyen un soplo de aire fresco. Bernardirno González reconoce, sin rubor, que no sabe cuál será su cometido en el puesto de la Diputación para el que superó un proceso selectivo. O dice que está cómodo en política, como si la actividad fuera un sofá y no un servicio público. Susana Bayo asegura que lleva bien el cambio de Al Gore por «Paco alcalde», como si tal cosa. Y Martínez-Pedrayo apunta que su padre no lo colocó en la lista. «Él no tiene esa capacidad», dice, inocente, en lugar de explicar que, precisamente, no ha lugar. Marinel Fernández afirma que no ve vinculación entre Limiar y PP, que sus ideas no coinciden al cien por cien con las de su partido y que no le pareció oportuna la concentración pro Moure. ¿Los dejarán seguir siendo ellos mismos o les darán unas clases?