Del recuerdo de Suárez a la realidad del alcalde de Ourense

José Manuel Rubín SIETE DÍAS, SIETE VOCES

OURENSE

23 mar 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

Con la tristeza del adiós a uno de los grandes de la política, el expresidente Suárez, a este cronista se le hace cuesta arriba apartar la mente del hombre que nos hizo soñar con la democracia y escribir sobre políticos locales que la prostituyen. Como el lector es lo más importante, tendré que hundirme en la ciénaga que unos políticos sin vergüenza construyen en la capital. Tendré que pasar del hombre que abandonó la presidencia del Gobierno relegando sus intereses personales a los de España, al hombre que ocupa la alcaldía de Ourense y que pone los suyos por encima de los de su municipio. Esta fue la semana del alcalde Agustín Fernández Gallego, el hombre que lleva a la ciudad de escándalo en escándalo, sin la asunción de la mínima responsabilidad. No importa que su gobierno, del PSOE, esté a la greña, ni que su primera acción hubiese sido contratar a su hija, ni que ésta hubiese cobrado del Concello una subvención para pagar la guardería del nieto, ni? El alcalde parece estar por encima del bien y del mal. Nunca se le escucha una palabra de arrepentimiento o de perdón por el espectáculo. Su reacción a la imputación judicial por adjudicar, como miembro del bipartito, la obra de la calle Bedoya a dedo y obviando la legalidad, fue la de denunciar una «cacería política» y los intereses «bastardos» de los que revelaron la ilegalidad. Para el inspector de Hacienda metido a alcalde, el bastardo no es el que incumple la ley sino el que denuncia su incumplimiento. Similar reacción (habló de «terrorismo político») tuvo cuando el PP le descubrió que no pagó las aceras de su chalé sino que, siendo ya concejal, se las endosó al Plan E de ZP, es decir, a todos los contribuyentes. El alcalde, en lugar de aplicar la política del calamar (como hizo recuperando de las hemerotecas una información sobre el hoy líder de DO), debe explicar por qué sí obtuvo licencia en 1991 para construir la casa en un terreno que no era solar bajo la condición de que tendría que costear la urbanización de su bolsillo (un gobierno del PSOE le solicitó un aval de 10.633 euros) esperó 18 años para urbanizar. Por qué, siendo ya concejal del gobierno, se hicieron las obras con cargo al Plan E. ¿Por qué se metió en ese plan su calle y no otras del municipio? ¿Por qué el Concello, con él de edil de Hacienda, le devolvió los 10.633,62 euros y no le retuvo la parte correspondiente? Agustín Fernández Gallego debería disipar, con documentos y no con palabras, las dudas sobre su actuación. No lo hará porque él sabe -y por eso se siente fuerte y no dimite ni se pone colorado- que la sociedad ourensana está anestesiada, empezando por las asociaciones de vecinos que no exigen la revisión (en legítimo ejercicio de que todos somos iguales ante la ley) de las contribuciones que pagaron miles de vecinos por la urbanización de sus calles. Ourense no protesta sino que ve con un aire de casi satisfacción como unos pocos, carentes de pudor, se benefician del sudor de unos muchos, carentes de valentía.