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Del lastimero grito de Baltar a la amnesia de Pachi Vázquez

OURENSE

09 nov 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

Hay semanas en las que escribir una crónica del acontecer de Ourense es un suplicio. Los dedos van por inercia a las mismas teclas para repetir sustantivos y adjetivos parecidos a los de crónicas pasadas. Hay poco nuevo bajo el pequeño suelo patrio de los 326.724 vecinos que todavía quedan en Ourense. El clima general de España no ayuda a encontrar resquicios para el relato local. Entre corrupciones, premonitorias encuestas electorales y la ceguera de los actuales líderes políticos, la crónica provincial se decolora. Lo general le puede a lo particular. Ante la que está cayendo en España desde su parte oriental, el acontecer de Ourense apenas encuentra eco en las conversaciones cotidianas. Ni el alijo de aguardientes y armas en Maside ni los plenos capitalinos que parecen (véanse las televisiones locales) historias para no dormir impropias del carácter del pueblo ourensano, logran anclar la atención del cronista en la actualidad contada por una Voz que celebra sus exitosos 45 años de implantación en la provincia. Pero como los lectores son sagrados, hoy completo esta cita dominical con dos frases pronunciadas el miércoles por sendos prebostes de la política local.

Una es de José Manuel Baltar, el boss del PP que soltó en el Parlamento un lastimero grito de protesta: «Pasamos do centralismo de Madrid ao centralismo de Santiago». Fue su forma de pedir más poder para afianzar su concepto de gobierno provincial que se me antoja más anclado en el pasado (cuando España era un país centralista en el que todo se decidía en Madrid) que en un presente descentralizado y en un futuro (véase el espejo de Cataluña) todavía más autónomo. La buena administración de un pueblo no necesita articularse en cuatro gobiernos (central, autonómico, provincial y local) que acumulan demasiada burocracia y demasiados políticos para las pocas habas que hay que contar.

La otra perla dialéctica la dejó Pachi Vázquez, el hombre que aspira (¡doble contra sencillo a que lo logra!), a aspirar (¡doble contra sencillo a que se queda en el camino!) a gobernar la capital. Fue tras declarar como imputado (esa palabra que tan solo tiene valor para descalificar al contrario pero nunca para asumir responsabilidades propias) por la contratación a dedo de trabajadores en su etapa de regidor carballiñés: «La prueba (de su inocencia) es que en diez años de alcalde de O Carballiño, y en los diez siguientes, nunca hubo una sola reclamación, ni de trabajadores, ni de sindicatos, ni de partidos políticos, ni de ningún funcionario de la administración». Así reflejaba su, según él, inmaculado paso por la consistorial del Arenteiro olvidando, en un meditado ejercicio de amnesia, los titulares que guarda la hemeroteca: «El alcalde de O Carballiño es denunciado por prevaricación y falsedad documental», «La CIG dice que el Concello de O Carballiño incumple la ley de riesgos laborales», «El juez anula la selección de personal en el Concello carballiñés», «UGT denuncia oposiciones ilegales, acuerdos fraudulentos y contratos a dedo», «El Bloque tilda de caciquil la política laboral de Pachi Vázquez», «O Carballiño niega documentación al Consello de Contas»? Como dice el refrán, del dicho, al hecho, hay mucho trecho.