Cada año pasan por el aula del Materno Infantil 380 niños

edith filgueira OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

La mayoría de los ingresos en Pediatría oscilan entre los dos y los cuatro días

11 abr 2019 . Actualizado a las 14:34 h.

A ningún niño le gusta el pijama que le toca cuando tiene que ser ingresado en el hospital. Cada uno guarda en su imaginación cómo debería de ser. Y cada uno dibuja su modelo en la libreta que la profesora les presta en el aula. «Es una forma de que tomen conciencia pausadamente de dónde están, pero trabajando la creatividad. También se dibujan tal y como se ven en un espejo, con sus máquinas o sueros adaptados», explica la docente Montserrat Otero.

También ahondan en lo que les pasa. Qué significa tener una gastroenteritis, fiebre o pulmonía. «Aprovechamos para explicarles algún concepto médico. Intentamos que la estancia en el hospital sea productiva y que no solo se curen, sino que también aprendan. Lo hablamos con los pediatras y los padres antes, pero no es bueno ocultarles cosas. Basta con adaptar la información a la edad de cada uno», afirma la profesora que lleva diecisiete años dando clase en el Materno Infantil.

Cada año pasan por el aula de la planta de Pediatría una media de 380 niños de entre los 2 y los 15 años. En realidad deberían entrar solo los que tienen entre 6 y 14, pero la profesora no cierra las puertas a ninguno. «Abrimos de 09.30 a 13.00 horas y, a menos que tengan que hacerse pruebas, suelen quedarse toda la mañana porque esto es como un oasis para ellos. Los más pequeñitos pueden venir sin ningún problema cuando ya están acostumbrados a la guardería», puntualiza Otero.

En los más de treinta años que lleva funcionando el aula se ha ido adaptando a las circunstancias. Cuando había dos plantas de Pediatría había también dos aulas; sin embargo, ahora comparten el espacio con los voluntarios de Cruz Roja que por las tardes amenizan la estancia de los pequeños con actividades en la ciberaula patrocinada por La Caixa. «Cuando se redujo a una planta hacía falta todo el espacio para habitaciones y tenemos que compartir el espacio. La Xunta me dota de material y el hospital se encarga del mantenimiento», resume sobre el funcionamiento.

Otra de las cosas que también ha cambiado es el número de niños que ingresan. Según cuenta la docente, hace años había más niños -consecuencia directa del descenso de la natalidad- y no éramos tan sanos ni teníamos hábitos tan saludables. «Cada vez se derivan menos niños al hospital, por suerte», cuenta tras una jornada en la que han asistido a clase diez pequeños y al finalizar dos fueron a despedirse porque les habían dado el alta.

La comunicación con los profesionales de Enfermería de la planta resulta imprescindible. Son ellos los que informan a la docente de las características de cada niño y de los cuidados que requiere. Lola Rivera es la supervisora de la planta que hace de transmisora de la información. «Tengo que avisar de quiénes sí y quiénes no pueden venir al aula. Si tienen que venir con mascarilla o con medicación, o si hay que prestar atención a algo en particular», abrevia sobre su cometido.

Entre diez y quince niños cada año requieren de una hospitalización de media o larga estancia. Todos los demás permanecen entre dos y cuatro días, como mucho. «En cuanto sé que van a estar mucho tiempo ingresados ya me pongo en contacto con el orientador o el tutor de su colegio. Hace tiempo que no ocurre, pero hubo alumnos que hicieron aquí sus exámenes para no perder el curso», recuerda Otero.

«Elaboramos material educativo para los niños aislados en sus habitaciones»

Asistir no es obligatorio pero los padres reconocen, después de la experiencia, que influye en la recuperación de sus hijos: «El estado de ánimo es fundamental y es bueno que se olviden durante unas horas de dónde están».

«Yo la primera vez que llegué aquí organizaba todo lo que iba a hacer con cada niño. Pero a la hora de ponerme alguno había pasado mala noche con fiebre, a otro le habían dado el alta y había tres ingresos nuevos. Era tal caos que aprendí a tener preparadas unas actividades tipo para que los niños pudieran empezar a trabajar desde el minuto uno», relata la profesora sin perder de vista a los alumnos.

Y cuando los pequeños pacientes no pueden salir de la habitación es ella la que les reserva un poco de su tiempo para visitarlos y proponerles actividades. Esto es más fácil cuando cuenta con la ayuda de estudiantes en prácticas -por temporadas-. Estos meses es Irene Santos la que la ayuda en el aula. «Estamos trabajando en una especie de maleta con contenidos educativos innovadores que queremos darle a los niños que están aislados en las habitaciones. Para que tengan una serie de actividades que puedan hacer cuando los profesores de los hospitales no estamos delante. Y para que puedan también expresar su emociones», explica sobre el proyecto financiado por la Secretaría de Política Lingüística.

«Yo no cambio esto por nada. Cuando ves que los ayudas a mejorar el ánimo o a distraerse es muy bonito. A veces cuando llego por la mañana ya están esperándome en fila», finaliza la profesora.