
El fotógrafo ourensano Antonio Salas recuerda cómo fue el intento de rapto del impulsor de Coren en 1980
22 jul 2019 . Actualizado a las 16:38 h.El 11 de junio de 1980, los ourensanos se sobresaltaban con las primeras informaciones que se conocían sobre un intento de secuestro del empresario y político ourensano, Eulogio Gómez Franqueira. A última hora del día anterior, en su domicilio de Razamonde (Cenlle), el propietario de Coren y diputado de UCD recibía una inesperada visita que cambiaría para siempre su vida. Miembros de un comando terrorista vinculado a ETA accedía a su vivienda para tratar de llevarse a Franqueira y pedir un rescate por él. Tan solo su valentía a la hora de enfrentarse a los secuestradores, y una gran dosis de fortuna, lo impidieron. El fallido secuestro acabó con el jefe del grupo terrorista herido de bala a raíz de la defensa del empresario ourensano que aseguraba en declaraciones a La Voz: «Dios me dio una extraordinaria tranquilidad».
Al día siguiente, el teléfono del fotógrafo Antonio Salas, que colaboraba desde hacía años para La Voz con su socio José Perla, sonó temprano. Recibió indicaciones precisas para trasladarse a la pasarela que en aquel entonces servía para salvar la carretera N-525, en las inmediaciones del puente Novísimo en el barrio de O Couto. «Era un día lluvioso. Me llamó José Manuel Rubín para decirme que tenía información confidencial de que la comitiva que iba a trasladar al terrorista herido en el secuestro de Franqueira iba a cruzar por esa carretera durante la mañana en su viaje a Madrid. No se sabía nada más», recuerda.

El reloj marcaba las nueve de la mañana. «Llevábamos los dos un anorak de color verde con capucha. Nos pusimos en la pasarela para coger bien a los coches. Yo llevaba dos máquinas, una con teleobjetivo. Era fijo y costaba mucho trabajo quitarlo y por si no daba tiempo llevaba la otra cámara». El reloj avanzaba y no había noticias de la comitiva oficial, hasta que cerca de la una del mediodía una caravana de vehículos se acercaba. Iban dos coches delante y dos detrás escoltando la ambulancia que trasladaba a Joé Antonio Alcocer Gabaldón, conocido como Zapa. Antonio Salas preparó el equipo y disparó unas de las fotos con mayor repercusión de su trayectoria como fotógrafo de prensa No había tiempo que perder. No miraron atrás ni se percataron de lo que sucedería poco después. La presencia de los dos periodistas había levantado las sospechas de los agentes, que a poco más de un kilómetro -en la zona de O Fonsillón- decidieron dar el alto a su viaje para averiguar quienes estaban en lo alto de la pasarela: «Fue más tarde cuando nos enteramos de que nos habían confundido con unos terroristas. Nosotros estábamos con el tiempo justo para enviar las fotos en el coche de línea hacia A Coruña y solo cuando Rubín fue al Gobierno Civil a solicitar información, fue cuando le comentaron lo sucedido. Andaban buscando por todo el barrio de O Couto a los que hicieron la foto. Nos salvamos de quedarnos sin la foto, porque teníamos prisa».

A sus 72 años, Antonio Salas recuerda con detalle aquellos días. «Fue una figura muy importante para Ourense y su secuestro causó una gran conmoción». Sobre su trabajo, pone en valor que «mucha gente ni sabía que habían pasado los terroristas por Ourense y se enteraron por La Voz», explica. La firma, Perla Salas, es un referente en la fotografía también de estudio en la ciudad, donde ambos apellidos lograron una gran reputación, tanto en conjunto como por separado. «Esta foto, que había que hacerla rápido, hasta que revelabas el carrete estabas con nervios para saber el resultado final. Eran máquinas manuales».
Cronología de una angustia
Todo empezó a las 22.15 horas en la vivienda que Franqueira poseía en Razamonde. Unos desconocidos llamaron a la puerta y aseguran que sufrieron una avería en su coche y que tienen que usar el teléfono. Eran tres hombres a los que abrió la puerta Sofía Álvarez, la esposa del político y empresario ourensano. Pronto se dio cuenta de sus intenciones. Pistola en mano, uno de los asaltantes llega a la dependencia en la que estaba Gómez Franqueira. «Ellos tienen la baraja y hay que aceptar las bazas que nos den», trata de tranquilizar el congresista a su esposa. En la cocina también fueron retenidas su hija María Teresa y una amiga de esta, además de la pequeña nieta del diputado. Tras unas primeras conversaciones imprecisas, el jefe del comando terrorista desvela sus intenciones y que se trata de un secuestro por la relevancia política de UCD. Franqueira pide a los secuestradores que le permitan cambiarse, toda vez que se encontraba en pijama, y es ahí cuando encuentra un resquicio para abortar los planes de los terroristas. Le permiten entrar solo en el dormitorio, previa pregunta de si hay armas en su casa. El político y empresario responde que solo una escopeta sin munición, pero nada dice de que tiene un arma encima del armario y que está dispuesto a utilizar. Una vez colocada la camisa y tras cerrar un poco la puerta, coge el arma y termina de vestirse. Sale y vuelve a entrar con la excusa de calzarse. Es su momento. No lo piensa y, según recoge la crónica de La Voz de Galicia, dispara tres tiros, siendo el último de ellos el que alcanza al jefe del comando. Se encierra en la habitación ante el avance del resto de secuestradores: «Al primero que intente entrar en esta habitación, lo mato (...) Aunque sea de mi familia lo mato. ¡Qué nadie entre!», recoge la información. Los terroristas, desorientados, deciden por fin auxiliar al herido y salen de la casa.
Al día siguiente fueron localizados explosivos en un bajo de Vigo que iba a ser usado para ocultar a Franqueira. Ese mismo día se produjo el traslado del terrorista herido a Madrid. Era el fin de una pesadilla.