Hay ourensanos que conducen durante horas, cogen trenes de larga distancia o aviones para no perderse la fiesta
25 feb 2020 . Actualizado a las 10:27 h.El entroido es para muchos una forma de vida, el momento más especial del año, la fiesta que preparan durante meses... y a la que no faltan aunque tengan que conducir durante horas, cogerse un tren de larga distancia o volar. Lo que sea para no faltar. Incluso hay quien no duda en matar abuelos, con tal de no perdérselo. Hasta tres tuvo que liquidar (léase metafóricamente, claro) la vianesa Cristina Fernández para poder venir al entroido otros tantos años.
«Vivía en Londres y trabajaba dando clase en un instituto, así que no podía decir que cogía vacaciones para irme de entroido», recuerda. Pero ante el anuncio de un entierro nunca hay que dar muchas explicaciones. «No llegué a conocerles, habían fallecido cuando yo nací, así que no tenía remordimientos por ‘matarles’. Cada año ‘mataba’ a uno, y así hasta tres. Después cambié de trabajo, así que no tuve que ‘matar’ a nadie más», relata entre risas Cristina. Fueron tres de los 18 años que pasó en la capital de Reino Unido, y siempre con el entroido como fecha para volver a casa. Ahora ya no necesita excusas, desde 2017 vive en Viana. «Mi novio, que es inglés, y yo decidimos tomarnos un par de años sabáticos y decidir qué hacer nuestras vidas, porque la vida es muy corta. Vinimos a Galicia porque aquí la calidad de vida es otra cosa, Viana es el paraíso», relata.
Ya no se pierde ningún acto del entroido (y forma parte de la agrupación que organiza la Vibo Mask), pero tampoco se lo perdió mucho durante su estancia en Reino Unido. Incluso allí, durante los años que compartió trabajo con un vecino del pueblo de Castiñeira, mantuvieron la tradición de las batallas de harina en compadres y comadres. «En compadres siempre le preparaba trampas para poder echarle la harina, y en comadres me lo hacía él a mí; la verdad es que la gente de allí no lo entendía», cuenta.
Uxía García pasa estos días en Laza. Se vino desde Múnich, donde vive desde hace poco más de un mes tratando de perfeccionar el alemán y poder hacer así un máster con el que complementar sus estudios en ingeniería química. «Volvín só para o entroido, vou estar aquí cinco días», explica. No podía faltar. «Para min o entroido é moito máis importante que calquera outra festa; é o momento no que me xunto cos amigos. Énos difícil vernos porque cada un está estudando ou traballando nun sitio distinto», relata. Asegura que se trata de una fiesta «superimportante para a xente dos pobos, para que non se perda. Se tivera quedado en Múnic tería moita morriña, tiña que vir», remarca. Y entonces se acuerda de su primo, que lleva seis años en Inglaterra sin poder venir al entroido. «Eu non quero que me pase iso», asegura tajante.
«Hai quen pide as vacacións para ir á praia en agosto, nos preferimos vir para Laza agora»
Javier Cubino se mudó desde Souteliño (Laza) a Madrid siendo un niño. Treinta y ocho años después, sigue sin perderse un solo entroido en su localidad natal, a la que desde hace más de una década regresa con su mujer, Aurora Gil, también oriunda de Laza. «Sempre pedimos as vacacións no entroido, aínda que quedemos sen elas en verán, para poder vir», cuenta ella. Y añade: «Non podemos faltar ao entroido. Hai quen pide as vacacións en agosto para ir á praia, pero nós preferimos vir para Laza no entroido».
Lo tienen claro ellos, pero también sus jefes. A modo de ejemplo cuenta que su marido cuando entró en la empresa en la que trabaja, ya dejó claras sus condiciones. «Cando entrou a traballar, hai xa 20 anos, foi a condición que lle puxo ao xefe; díxolle que as outras que llas dera cando quixera, pero que en entroido quería vacacións», señala. Ya no son dos. Desde hace tres años, con ellos viaja su hijo Noel, que ya es peliqueiro como su padre. «Igual nun anos non podemos vir porque o rapaz teña exames no colexio, pero de momento non fallamos», señala Aurora, que a sus 36 años asegura ser una enamorada del entroido. Y eso que también significa trabajo. Sus padres son los dueños de la panadería de Laza, así que, de paso que viene también echa una mano. «Divertímonos e tamén traballamos, danos tempo a todo», relata.
No pierde la oportunidad de disfrazarse siempre que puede. «Aquí empézase co entroido desde bebé, e co neno o mesmo. A min gústame moito disfrazarme co neno, porque eu non me visto de peliqueira. O neno si, vai de peliqueiro co pai tamén», cuenta. Y estiran al máximo los días. Unos años se quedan hasta el miércoles de ceniza y otros hasta el domingo de piñata.