La carga, física y emocional, que siempre recae en ellas

Fina Ulloa
fina ulloa OURENSE / LA VOZ

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Consuelo Prieto (en el centro de la primera fila) junto al resto de las mujeres que crearon el documental «El peso sobre mí»
Consuelo Prieto (en el centro de la primera fila) junto al resto de las mujeres que crearon el documental «El peso sobre mí» cedida

Una vianesa participa en un documental sobre el peso de los cuidados de los más débiles de la familia sore las mujeres

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay nada en el documental El peso sobre mí que no se sepa desde... siempre. Las mujeres asumen la carga del cuidado de los más débiles de su familia (hijos, personas con discapacidad, padres ancianos y enfermos) de forma casi automática. Pocos se cuestionan que deba ser de otro modo. Tan asumido está el rol desde la niñez que ellas mismas sienten que nadie va a cuidar mejor de los suyos. Y lo hacen aprendiendo de forma autodidacta lo que va bien en cada momento porque nadie les enseña ni les guía, arriesgando su salud física y también la emocional, olvidándose de su propio cuidado, aislándose y limitando su mundo a las necesidades de la persona a la que cuidan. Y además, lo saben. Son conscientes de lo que supone esa dedicación.

Esa realidad es más que conocida. Pero es cierto que el documental El peso sobre mí lo cuenta de tal forma que el mensaje cala mucho más profundo que la habitual retahíla de datos que, como los muertos en las epidemias o en las guerras, no van más allá de una impresión momentánea y acaban resbalando por la conciencia social —si es que tal cosa existe— sin dejar ninguna otra huella.

El peso sobre mí es algo diferente. Son cinco testimonios, cinco personas que van intercalando sus historias y sus reflexiones de forma directa, clara, sencilla. Sin guion. Hablan como cualquiera hablaría a una vecina en el portal, a un amigo que encuentras en el súper y pregunta cómo te va. Sin aspavientos, narrando una realidad dura con la naturalidad de quien convive a diario con ella y ya ha superado incluso la frustración.

La clave quizá esté en que detrás de esta cinta están también mujeres. Nueve en concreto, de la asociación Erabide Emakume Elkartea, de la localidad vizcaína de Galdakao. Ellas han gestado la idea y se han metido de cabeza en un proyecto a través de un mundo del que no sabían prácticamente nada: el audiovisual. «Veíamos que había un problema con la gente que cuida, que se generaban muchas enfermedades y que eso no se visibilizaba. Pero teníamos una brecha digital impresionante, no sabíamos nada de este mundo. Empezamos de cero y consultándolo todo», recuerda Consuelo Prieto, una de las realizadoras, natural de Viana do Bolo pero afincada en el País Vasco desde niña. Ella es la más joven de este grupo de la asociación de mujeres. Está a punto de cumplir los 50. La más mayor tiene 76 años.

Afortunadamente fueron encontrando ayuda en ese proceso técnico y una de las más esenciales fue Itxaso Díaz, documentalista bilbaína con la que contactaron «porque teníamos claro que queríamos que fuese una mujer». Otro punto de apoyo fue Farmamundi. «Llevamos más de siete años trabajando en videocreación, con proyectos colaborativos con mujeres y en este caso ellas han participado en cada parte del proceso, desde el análisis y la reflexión sobre el tema que querían narrar a aprender el lenguaje audiovisual y ejecutar cada paso hasta la distribución», explica desde esa fundación Trini Anguita.

Fueron necesarios siete meses de trabajo. «Lo que más nos costó fue encontrar gente dispuesta a salir; porque da vergüenza, cuesta decir que necesitas ayuda. Al final a nadie le agrada contar a una cámara sus miserias», resume Consuelo Prieto. Esta vianesa afincada en Euskadi cuenta que, cuando finalmente aparecieron personas dispuestas a explicar su realidad «fue necesario estar con ellos varios días» para generar el clima de confianza necesario y evitar el nerviosismo. «De hecho nos contaron cosas que ni hemos incorporado porque hemos pensado que nos las contaron en ese momento de confianza pero que quizá luego no les gustaría visualizarlas, verlas ahí expuestas. Hemos querido ser muy respetuosas con eso», dice.

No es la única ourensana que tiene que ver con este documental. Su vecino, Antonio, natural de Saumede, en la comarca de Celanova, es uno de los protagonistas de este documental que ya acumula varios galardones: recibió el Laurel del Público en el Festival de Arnedo (La Rioja) y fue premiado como mejor corto documental extranjero en Saturnalia Fest 2021 de Argentina. Además lo seleccionaron para el Resistencia Film Festival, de Tomé (Chile).

Obviamente esos reconocimientos son bienvenidos pero lo que de verdad le gustaría a Consuelo y sus compañeras es que sirviese para que las administraciones pensasen «en que es necesario cuidar también de las mujeres que cuidan, además de forma no remunerada, crear recursos para ayudarlas». De momento se esfuerzan en llegar con este mensaje audiovisual al mayor número de púbico posible. Ella, por ejemplo, quiere mostrar el documental en su pueblo natal, al que regresa cada año de vacaciones. «Voy a intentar que se vea en Viana, pero si puedo llegar a más sitios, estaré encantada de la vida», dice Consuelo.